La bruja y el cielo estrellado
Era un día cualquiera en la ciudad de Buenos Aires. Clara, una joven bruja moderna, había pasado toda la tarde en su puesto del mercado, vendiendo hierbas, pociones y amuletos. Su pequeño negocio era muy querido por los vecinos, pero había quienes la miraban con curiosidad y recelo. Cuando llegó la noche, Clara tomó su escoba, su fiel compañera, y se dispuso a volar a casa.
"¡Vamos, Estrella!" - le dijo a su escoba con una sonrisa.
"¡Sí, Clara! Hoy hay un cielo precioso" - respondió la escoba, aunque en realidad la bruja sabía que sólo era su imaginación.
Mientras volaba, miraba hacia abajo y veía las luces de la ciudad parpadeando como estrellas en la tierra. Clara disfrutaba de su camino, pero pronto oyó un ruido extraño.
"¿Qué fue eso?" - murmuró.
Aterrizó detrás de un árbol y se asomó. Allí vio a un grupo de niños jugando. Tenían una pelota, pero estaba pinchada y se quejaban porque no podían seguir jugando.
"¡Oh no, qué mal!" - dijo uno de ellos, frustrado.
"No podemos jugar más, se arruinó todo" - agregó otro.
Clara, siempre dispuesta a ayudar, miró su bolsa de magia.
"¿Saben? Tengo algo que podría ayudar" - les dijo con voz suave, acercándose.
"¿Quién sos?" - preguntaron los niños, mirándola con sorpresa.
"Soy Clara, una bruja. No tengan miedo, sólo quiero ayudar" - les aseguró.
"¿En serio?" - preguntó una niña.
Clara sacó de su bolsa una pequeña bolsa de polvo mágico.
"Esto es un polvo reparador. Les prometo que con un toque, la pelota quedará como nueva" - explicó.
"¡Dale, lo queremos intentar!" - gritaron todos entusiasmados.
Clara espolvoreó el polvo sobre la pelota pinchada y, para la sorpresa de todos, la pelota comenzó a inflarse de nuevo.
"¡Mirá! ¡Funciona!" - exclamó el niño que había hablado antes.
"¡Ya podemos jugar!" - gritó emocionada la niña.
Tan pronto como la pelota quedó lista, los niños comenzaron a jugar de nuevo, riendo y corriendo.
"¡Gracias, brujita! Eres la mejor" - dijo uno de los chicos, sonriendo.
"De nada, pero recuerden que siempre es mejor compartir y cuidar las cosas que tenemos" - les aconsejó Clara, mientras se preparaba para seguir su camino.
Antes de irse, decidió dejarles un pequeño regalo.
"Tomas y Ana, ¿les gustaría llevarse un amuleto de la suerte?" - les preguntó Clara, sacando pequeños collares de su bolsa.
"¡Sí!" - respondieron al unísono los niños, extendiendo las manos.
"Recuerden, la suerte viene cuando trabajamos juntos y somos amables" - finalizó Clara.
Con el corazón lleno de alegría, Clara se despidió de los niños y continuó su vuelo hacia casa. En su mente, recordó cómo los pequeños habían aprendido sobre la importancia de trabajar en equipo y cuidar de las cosas que tienen.
Cuando llegó a su hogar, miró el cielo estrellado y sonrió.
"El mundo puede ser un lugar mágico si hacemos el esfuerzo por cuidar de él y de los demás" - pensó Clara, antes de entrar a su cabaña.
Así, en esa noche mágica, Clara no sólo regresó a casa, sino que también dejó una chispa de magia y amistad en el corazón de aquellos niños. Y así, la ciudad se volvió un poco más alegre, gracias a una bruja moderna y su deseo de ayudar a los demás.
FIN.