La Bruja y la Planta Roja
Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de vastos campos y bosques mágicos, vivía una bruja llamada Amara. No era una bruja común y corriente, sino una bruja amable, que usaba sus poderes para ayudar a los habitantes del pueblo. A pesar de su corazón bondadoso, llevaban un temor antiguo hacia ella, pensando que sus hechizos podían traer desgracias. Amara, con su gorro puntiagudo y su larga capa negra, pasaba sus días cuidando su jardín, donde cultivaba hierbas y flores mágicas.
Un día, mientras exploraba el bosque en busca de nuevas plantas, Amara encontró algo extraordinario: una bella planta de hojas brillantes y una flor roja deslumbrante. La planta parecía vibrar con una energía única y Amara sintió que su corazón se llenaba de alegría al mirarla.
"¡Hola, hermosa planta roja! Soy Amara, la bruja del pueblo. ¿Cómo te llamas?" - preguntó con una sonrisa.
Para su sorpresa, la planta respondió en un susurro suave. "Soy Radia, la planta de la alegría. Espero que no le tengas miedo a mi color rojo."
Amara se maravilló. Nunca antes había hablado con una planta. "¡No, para nada! Me encanta tu color. Eres tan hermosa. ¿Qué haces aquí, tan lejos de otros jardines?"
"He estado esperando a alguien que pueda cuidarme y apreciar mi belleza. Pero muchos se asustan de mí porque soy diferente" - respondió Radia con un tono melancólico.
Amara sintió una profunda conexión con Radia. Decidió llevarla a su jardín, prometiéndole que nunca la olvidaría. Desde ese día, comenzó a cuidar de Radia con mucho amor. Pronto, la planta floreció aún más, llenando el jardín con su brillo.
Los días pasaron, y Amara y Radia se hicieron grandes amigas. Conversaban sobre los secretos del bosque, los sueños del pueblo y las maravillas de la naturaleza. Radia enseñó a Amara a ver la belleza en las diferencias y a valorar a cada ser, sin importar cuán raro o especial fuera.
Sin embargo, el pueblo seguía temiendo a Amara, y esto le preocupaba mucho. "Radia, ¿crees que alguna vez me aceptarán?" - le preguntó una tarde.
"Creo que si les muestras tu bondad, algún día se darán cuenta de lo equivocadas que están" - le respondió Radia.
Con el tiempo, Amara decidió demostrar su bondad. Usó la magia de su bondad para ayudar a los aldeanos: creó lluvias para regar sus cultivos, hizo que brotaran hermosas flores y curó a los animales que se sentían mal. Pero aun así, la gente seguía viéndola con recelo.
Un día, hubo una gran tormenta que amenazó con arruinar la cosecha del pueblo. Amara sabía que debía actuar. Con su magia, calmó la tormenta, pero el costo fue alto. La energía mágica de Radia se usó en la hazaña, y la planta comenzó a marchitarse.
"¡Radia! ¿Estás bien?" - Amaneció Amara al ver que su amiga se encontraba débil.
"Estoy muy cansada, Amara. Pero lo hice porque creí en tu amor y en la bondad que muestras" - dijo Radia con voz tenue.
Amara se sintió desgarrada por la decisión que había tomado, al darse cuenta de que había puesto a su amiga en peligro. "¿Qué puedo hacer para ayudarte?"
"Diles a los aldeanos que soy especial, que mi color rojo significa alegría y amor. Solo ellos pueden ayudarme a volver a florecer" - insistió Radia, con una luz tenue todavía en sus hojas.
Con el corazón en la mano, Amara fue al pueblo y se enfrentó a todos. "¡Pueblo querido! Soy yo, Amara. Radia, la planta de la alegría, está en peligro, y la única forma de ayudarla es mostrando que la aceptan. Necesitan unir esfuerzos y descubrir la maravilla que es."
Al principio los aldeanos dudaron, pero vieron la sinceridad en los ojos de Amara y decidieron intentarlo. Trabajaron en conjunto, regaron el jardín de Amara y cuidaron de Radia, llenando el aire con sonrisas, risas y buenos deseos.
Día a día, la planta comenzó a recuperar su brillo, y al final, floreció más hermosa que nunca. "¡Lo lograste!" - exclamó Radia con alegría. "Gracias, amigas y amigos, por mostrarme que el amor en el corazón puede vencer al miedo."
Los aldeanos, ahora con una perspectiva renovada, vieron lo hermosa que era la planta roja y lo especial que era su amistad con Amara. Desde aquel día, la bruja ya no fue vista con temor, sino como una amiga valiosa del pueblo, y el jardín de Amara floreció como un símbolo de unión y diversidad.
Así, Amara, junto a su amiga Radia, enseñaron a todos que ser diferente es bello y que la verdadera magia reside en el amor y la aceptación. Y así, en cada primavera, el pueblo celebraba una fiesta en honor a la planta roja y a su dulce bruja, recordando que el verdadero poder está en el corazón.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.