La bruja y los monos mágicos


Había una vez en el bosque encantado de Villa Madera, una casa construida completamente de madera de los árboles más antiguos y sabios.

En esa casa vivía la bruja Margarita, una mujer bondadosa y amante de la naturaleza que utilizaba sus poderes mágicos para ayudar a los animales del bosque. Una mañana soleada, mientras la bruja Margarita preparaba una poción especial con hierbas aromáticas, escuchó unos ruidos extraños provenientes del jardín.

Al asomarse por la ventana, se sorprendió al ver a un grupo de monos traviesos saltando y correteando por su jardín. Los monos, curiosos como eran, decidieron entrar a la casa de madera para explorar y jugar.

La bruja Margarita, lejos de asustarse o enojarse, decidió acercarse a ellos con amabilidad y ternura. "¡Hola queridos monitos! ¿Qué les trae por aquí?", preguntó la bruja con una sonrisa cálida en su rostro.

Los monos, al principio un poco desconfiados, se acercaron lentamente a la bruja y comenzaron a interactuar con ella. Descubrieron que era una persona gentil y amorosa que solo buscaba hacer el bien en el mundo. "¿Quieren jugar conmigo? Tengo muchos juegos divertidos que podemos disfrutar juntos", propuso la bruja Margarita.

Los monos asintieron emocionados y rápidamente se pusieron a jugar con ella. Jugaron al escondite entre los árboles del jardín, bailaron al ritmo de la música de los pájaros cantores y compartieron risas y alegría durante toda la tarde.

Al caer la noche, los monos se dieron cuenta de lo cansados que estaban después de tantas aventuras. La bruja Margarita les ofreció quedarse a dormir en su hogar cálido y acogedor para descansar tranquilamente.

Mientras los monitos dormían plácidamente arropados por mantas tejidas con hilos mágicos, la bruja Margarita reflexionaba sobre lo hermoso que había sido compartir su día con ellos. Había descubierto que incluso las criaturas más inesperadas podían traer alegría y compañía a su vida.

A la mañana siguiente, al despertarse junto a sus nuevos amigos animals, decidió organizar un desayuno especial para celebrar su amistad. Preparó frutas frescas del bosque e infusiones aromáticas mientras los monitos jugaban felices entre ellos.

"Gracias por traer tanta magia a mi hogar", dijo emocionada la bruja Margarita mientras abrazaba tiernamente a cada uno de los monitos.

Con el corazón lleno de gratitud y cariño, los monitos se despidieron de su nueva amiga prometiendo volver pronto para seguir compartiendo momentos inolvidables juntos en aquella casa tan especial.

Y así fue como en Villa Madera todos aprendieron que las apariencias pueden engañarnos: una casa de madera puede ser un hogar lleno de amor; una bruja puede ser buena; y unos simples monitos pueden enseñarnos grandes lecciones sobre amistad y diversión sin importar nuestras diferencias.

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