La Bruja y su Perro Tragón



Había una vez en un bosque mágico, una bruja llamada Melina. Melina no era una bruja como las demás: no gustaba de asustar a la gente ni de lanzar hechizos oscuros. Ella era más bien una bruja amable, que siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes lo necesitaban. Su mejor amigo era un perro enorme y animal llamado Trago, que tenía un insaciable apetito por la comida.

Un día, mientras Melina estaba haciendo una poción especial para dar energía a las flores del bosque, Trago comenzó a mover la cola con fuerza y a ladrar sin parar.

"¿Qué te pasa, Trago?" - preguntó Melina, mirando a su perro con curiosidad.

"¡Tengo hambre, Melina! ¡Quiero algo rico para comer!" - respondía Trago, mirando con anhelo el enorme caldero donde Melina preparaba la poción.

"No puedes comer lo que hay ahí, querido. ¡Es una poción mágico!" - dijo la bruja, riendo.

Mientras la bruja terminaba su poción, recuerda que al día siguiente se celebraría la Gran Fiesta de la Amistad en el pueblo cercano, donde todas las criaturas del bosque estaban invitadas.

"Tal vez podría hornear unas galletas para llevar a la fiesta. ¡A los niños les encantan!" - pensó Melina en voz alta.

"¡Sí, sí! Galletas, qué rico!" - ladró Trago, moviendo la cola con entusiasmo.

Ese mismo día, comenzaron a preparar la masa de las galletas. Melina mezclaba harina, azúcar y huevo mientras Trago estaba más que atento, esperando el momento en que caerían los ingredientes.

"¡Cuidado, Trago! No te acerques tanto a la mesa, no quiero que te empaches y no puedas ir a la fiesta" - advirtió Melina.

Pero Trago, emocionado como siempre, no podía contenerse. Con un salto, alcanzó un plato lleno de frutas que la bruja había dejado al lado.

"¡Trago!" - exclamó Melina.

"¡Pero si son tan ricas!" - se defendió el perrito, con la boca llena de manzanas y peras.

Una vez que Melina logró terminar las galletas, las metió al horno y así se olvidó momentáneamente de la travesura de Trago. Una vez listas, las envolvió con mucho cuidado, lista para llevarlas a la fiesta. Pero cuando llegó el momento de irse, se dio cuenta de que Trago había desaparecido.

"¡Trago!" - gritó. "¿Dónde estás?"

Finalmente, lo encontró asomado detrás de la caja de galletas, con un par de galletas en la boca.

"¡No, Trago!" - dijo Melina, riendo mientras lo atrapaba. "No puedes comer todas las galletas antes de que lleguemos a la fiesta. Mucho menos las que preparé con tanto cariño."

"Sólo quería probarlas para asegurarme de que estaban ricas" - dijo Trago, con un tono inocente.

"Está bien, pero debes aprender a controlar tu hambre. No todo en la vida se trata de comer, también se trata de compartir lo que tenemos." - explicó Melina, acariciando la cabeza de su amigo.

Cuando llegaron a la fiesta, todos los animales y criaturas del bosque estaban esperando con ansias. Melina presentó con orgullo sus galletas y las compartió con todos.

"¡Qué deliciosas están!" - exclamó un pequeño ratón.

"Sí, gracias Melina. Tu generosidad las hace más especiales aún!" - dijo un pájaro sonriente.

Trago, aunque un poco avergonzado por haber devorado sus galletas antes de tiempo, comprendió que lo más valioso de la fiesta no era la comida, sino el momento de compartir con amigos.

Después de bailar y cantar, Trago se acercó a Melina y le dijo:

"¡Hoy aprendí algo muy importante! No solo los alimentos son valiosos, sino también la amistad."

"Exactamente, Trago. Recuerda que compartir lo que tenemos es lo que realmente nos une" - sonrió Melina, sintiéndose orgullosa de su amigo.

Desde ese día, Trago se convirtió en un perro más reflexivo y entendió que la comida no solo debe ser devorada, sino disfrutada en compañía de sus seres queridos. Y así, Melina y Trago vivieron muchas aventuras más, siempre compartiendo sus deliciosos manjares con todos sus amigos del bosque.

FIN.

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