La Brújula de la Amistad



Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, una bruja llamada Luna. A diferencia de las brujas de los cuentos, ella no tenía escoba ni caldero; en cambio, llevaba una mochila llena de sorpresas y herramientas mágicas. Luna era conocida por su carácter amable y sus poderes especiales para ayudar a los demás.

Un día, mientras recogía flores en el bosque, escuchó que alguien lloraba. Siguiendo el sonido, llegó a un claro donde encontró a un pequeño zorro atrapado en una trampa.

"No te preocupes, pequeño amigo. Voy a ayudarte" - dijo Luna con una sonrisa.

Con un suave toque de su varita, la trampa se abrió y el zorro pudo liberarse. "¡Gracias, señora bruja! No sabía cómo escapar" - exclamó el zorro, con ojos brillantes.

"Soy Luna, y estoy aquí para ayudar. Siempre puedes contar conmigo" - respondió la bruja. Desde ese día, Luna y el zorro, a quien llamó Chispita, se hicieron grandes amigos. Juntos exploraban el bosque, ayudando a los animales en apuros.

Pero un día, mientras ayudaban a un pájaro a encontrar su nido, se dieron cuenta de que algo raro ocurría en Sonrisas. Todos los colores del pueblo comenzaban a desvanecerse: las flores eran menos brillantes, los árboles parecían tristes y la gente ya no sonreía.

"Tenemos que hacer algo, Chispita. ¡Esto no puede seguir así!" - dijo Luna, preocupada.

"¡Sí! Pero, ¿qué podemos hacer?" - preguntó Chispita, moviendo su cola con inquietud.

Luna se acordó de un antiguo hechizo para devolver la alegría y los colores a Sonrisas, pero necesitaba algo muy especial: la Brújula de la Amistad, un artefacto mágico que se encontraba en la cima de la Montaña Brillante, al otro lado del bosque.

"Vamos, Chispita, debemos ir a buscarla. Las personas del pueblo nos necesitan" - dijo Luna con determinación.

Comenzaron su aventura, enfrentándose a desafíos en el camino. Primero, encontraron un río caudaloso que debían cruzar.

"¿Cómo haremos para cruzar?" - dijo Chispita inseguro.

"¡Confía en mí!" - dijo Luna, sacando un pequeño polvo mágico de su mochila. Ellos tomaron vuelo y, con una ráfaga de viento mágico, cruzaron el río volando.

Una vez al otro lado, se encontraron con un viejo búho.

"¿A dónde van, jóvenes aventureros?" - les preguntó el búho, con ojos sabios.

"Vamos en busca de la Brújula de la Amistad para ayudar a nuestro pueblo" - explicó Luna.

El búho, pensando un momento, les dijo "Para llegar a la cima de la montaña, deberán resolver un enigma. Escuchen atentamente: ¿qué es algo que se puede romper, sin que se toque?"

Luna y Chispita se miraron confundidos. Después de un rato, Luna tuvo una idea.

"¡La confianza! Se puede romper, pero no con las manos" - dijo emocionada.

"¡Correcto! Pueden continuar su camino" - dijo el búho, antes de desaparecer en la oscuridad del bosque.

Finalmente, después de varias aventuras más, llegaron a la cima de la Montaña Brillante. Allí, en el centro, se encontraba la Brújula de la Amistad, brillando intensamente.

Luna la tomó con delicadeza y "Vamos, Chispita, tenemos que regresar rápido a Sonrisas".

Regresaron al pueblo, donde la gente los miró con asombro. "¿Qué traen en esa brújula?" - preguntó una niña.

"Es la Brújula de la Amistad, nos ayudará a traer de vuelta los colores y la alegría al pueblo" - explicó Luna.

Luna giró la brújula y un viento mágico llenó el aire, trayendo risas y colores brillantes a Sonrisas una vez más. Las flores volvían a florecer y las sonrisas regresaban a los rostros de la gente.

"¡Mirá! ¡Todo está volviendo a ser como antes!" - gritó Chispita, lleno de alegría.

La gente comenzó a reunirse alrededor de Luna y Chispita, agradeciéndoles por su valentía y amistad. "¡Son nuestros héroes!" - gritó un hombre del pueblo.

Desde aquel día, Luna fue reconocida no solo como una bruja con poderes mágicos, sino como un símbolo de amistad y ayuda desinteresada. Y así, el pueblo de Sonrisas nunca olvidó la lección más importante: el verdadero poder está en la amistad y en ayudar a los demás.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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