La búsqueda de Canelito


Había una vez una niña llamada Samantha que vivía en un pequeño pueblo junto a su perro Canelo. Samantha y Canelo eran inseparables, compartían aventuras juntos todos los días y se querían con todo su corazón.

Un día, la familia de Samantha decidió hacer un viaje a la playa. Samantha estaba emocionada por conocer el mar, pero al mismo tiempo se sentía triste porque no podía llevar a Canelo con ella.

Sabía que en la playa no permitían perros y eso la ponía muy triste. "¿Por qué no puedo llevar a Canelo conmigo?", preguntaba Samantha mientras acariciaba a su animal amigo. "Lo siento mucho, mi niña.

En la playa no están permitidos los perros, pero prometo cuidarlo mientras estemos fuera", respondió su mamá con cariño. Samantha entendió que debía dejar a Canelo en casa bajo el cuidado de su mamá, aunque le costaba mucho separarse de él.

Antes de partir hacia la playa, le dio un fuerte abrazo a Canelo y le prometió que lo extrañaría cada día que estuvieran lejos. Al llegar a la playa, Samantha disfrutó del sol radiante, las olas del mar y la arena entre sus dedos.

Sin embargo, algo faltaba en su corazón: la presencia juguetona y fiel de Canelo. A pesar de estar rodeada de diversión y alegría, seguía sintiendo un vacío sin su compañero canino.

Una mañana soleada, mientras caminaban por la orilla del mar junto a sus padres, Samantha escuchó unos ladridos a lo lejos. Se detuvo sorprendida y reconoció inmediatamente el ladrido familiar de Canelo.

Siguiendo el sonido llegaron hasta donde se encontraba un perrito parecido al suyo jugando felizmente en la playa. "¡Canelito! ¡Eres tú!", exclamó emocionada Samantha corriendo hacia él. El perrito corría hacia ella moviendo la cola con alegría.

Samantha lo abrazó con fuerza y supo en ese momento que aquel perrito era especial para ella también. "¡Gracias por cuidar de mí desde lejos!", dijo Samantha mirando al cielo como si hablara directamente con Canelo.

A partir de ese día, cada vez que iban a la playa encontraban al simpático perrito que los acompañaba en todas sus travesuras playeras. La tristeza inicial de dejar atrás a Canelo se había transformado en amor compartido por dos fieles amigos animals.

Samantha aprendió que aunque las despedidas duelen, siempre hay espacio para nuevas amistades y experiencias inolvidables en el camino. Y así siguió disfrutando del verano entre juegos bajo el sol junto a sus dos adorables compañeros: Canelo en casa y —"Canelito"  en la playa.

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