La búsqueda de Copito


Había una vez una niña llamada Sofía que tenía un perrito blanco llamado Copito. Un día, decidieron salir juntos a pasear por el campo, lleno de flores de todos los colores y árboles altísimos que bailaban con el viento.

Sofía estaba muy feliz de tener a su fiel amigo a su lado mientras exploraban juntos. "¡Copito, mira qué lindas son estas mariposas!", exclamó Sofía señalando las coloridas criaturas que revoloteaban a su alrededor.

Copito, emocionado, empezó a correr detrás de las mariposas sin darse cuenta de que se estaba alejando cada vez más de Sofía. La niña lo llamaba una y otra vez, pero no podía escucharla entre tanto bullicio de la naturaleza.

Cuando finalmente se detuvo para descansar y buscar a su perrito, se dio cuenta con angustia de que Copito había desaparecido. Sofía comenzó a llorar desconsoladamente, sin saber qué hacer ni a dónde ir para encontrarlo en aquel inmenso campo.

"Tranquila, Sofi", dijo una voz dulce detrás suyo. Era un conejo blanco con grandes orejas y ojos brillantes. "Yo te ayudaré a encontrar a tu amiguito".

Sofía secó sus lágrimas y siguió al conejo blanco mientras este la llevaba por senderos desconocidos en busca de Copito. En el camino se encontraron con otros animales del campo que también querían ayudar: un zorro astuto, un búho sabio y una liebre veloz.

"Juntos somos más fuertes", dijo el zorro con determinación. Gracias al trabajo en equipo y la solidaridad entre ellos, lograron rastrear las huellas de Copito hasta llegar a un claro donde lo encontraron jugando con las mariposas.

Sofía abrazó fuerte a su perrito blanco mientras daba las gracias emocionada a sus nuevos amigos animals por haberla ayudado en ese momento tan difícil.

Aprendió la importancia de no perderse en el miedo cuando las cosas parecen complicadas y confiar en aquellos que están dispuestos a tender una pata amiga. Desde ese día, Sofía nunca más volvió a separarse de Copito en sus aventuras por el campo. Juntos descubrieron que la verdadera magia reside en la amistad sincera y el apoyo mutuo cuando más se necesita.

Y así vivieron felices para siempre entre risas, ladridos y abrazos bajo el sol del campo argentino.

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