La búsqueda de Edertsuna



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una mujer llamada Luna. Luna siempre había sentido que había algo más en el mundo, algo llamado —"Edertasuna" . Ni ella sabía exactamente qué significaba, pero sentía que su vida sería más rica al encontrarlo.

Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, decidió preguntarles a sus amigos sobre Edertasuna. En eso se encontró con su amiga Clara, quien vendía flores.

"Clara, ¿sabes qué es Edertasuna?" - le preguntó Luna, llenando sus ojos de curiosidad.

"No estoy segura, pero creo que tiene que ver con la belleza y la felicidad de la vida" - respondió Clara.

Luna se sintió motivada por la respuesta de Clara y decidió que emprendería un viaje en busca de Edertasuna. Se despidió de sus amigos y tomó un camino hacia el bosque cercano, que siempre había considerado mágico.

Mientras caminaba, se encontró con un anciano que parecía estar perdido. Tenía una larga barba blanca y cara bondadosa.

"Hola, joven viajera. ¿A dónde te diriges?" - le preguntó el anciano.

"Busco Edertasuna, pero no sé exactamente qué es" - contestó Luna.

El anciano sonrió y le dijo,

"A veces, lo que buscamos está más cerca de lo que pensamos. ¿Por qué no me acompañas a buscarlo juntos?"

"¡Claro! ¡Eso suena genial!" - dijo Luna emocionada.

Juntos continuaron su camino y pronto llegaron a un hermoso campo lleno de flores de todos los colores.

"Mira, Luna, ¿no ves la belleza aquí?" - dijo el anciano mientras señalaba las flores.

"Sí, son maravillosas, pero Edertasuna se siente diferente, ¿no?" - replicó Luna, buscando algo más.

El anciano asintió y siguieron adelante. Después de un rato, llegaron a un río muy caudaloso. En la orilla, un grupo de niños jugaba, riendo a carcajadas.

"Veamos cómo se divierten esos niños, Luna" - sugirió el anciano.

Rápidamente, Luna se unió a los niños, jugando y riendo.

Cuando la tarde llegó a su fin, Luna regresó junto al anciano.

"Eso fue muy divertido, pero creo que todavía no he encontrado Edertasuna" - dijo, frunciendo el ceño.

"A veces la Edertasuna está en los momentos felices, en compartir risas, ¿no crees?" - le respondió el anciano.

"Puede ser, pero quiero seguir buscando" - insistió Luna, decidida.

Continuaron su viaje y pronto se encontraron con una montaña alta. Empezaron a escalar juntos.

Después de mucho esfuerzo y superando varios obstáculos, llegaron a la cima. La vista era espectacular. Lleno de colores, de montañas y un vasto cielo azul.

"¡Mira qué belleza!" - exclamó Luna.

"Claro, la naturaleza tiene su propio Edertasuna" - dijo el anciano, pero Luna seguía insatisfecha.

"Es hermoso, pero aún no es lo que busco" - repitió.

El anciano suspiró y le dijo,

"Vamos, Luna. Tal vez aún no ves la verdadera parte de la Edertasuna. Un último intento. Vayamos al pueblo y ayudemos a los demás."

Sin dudarlo, Luna aceptó. Juntos volvieron al pueblo y comenzaron a ayudar. Pintaron la escuela, cuidaron a los plantíos y organizaron juegos para los niños. Mientras hacían todo eso, Luna se dio cuenta de algo:

"¡Mira cómo sonríen! ¡Me siento feliz!" - exclamó.

El anciano la miró con complicidad,

"¿Ves? La Edertasuna puede ser el amor, la alegría que compartimos con los demás. No era un destino, era un viaje".

Esa noche, mientras miraban las estrellas, Luna sintió que había encontrado Edertasuna.

"Gracias por mostrarme el camino" - le dijo al anciano.

"Nunca busques fuera de ti lo que puedes encontrar en tu corazón." - respondió el anciano.

Luna sonrió, sabiendo que la búsqueda de Edertasuna era solo el comienzo. Desde ese día, decidió que su vida estaría llena de momentos de alegría y amor.

Y así, cada día se convirtió en una nueva aventura, y en cada sonrisa que compartía, también compartía su Edertasuna. Fin.

FIN.

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