La Búsqueda de Juan
Había una vez un hombre llamado Juan que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Un día, mientras estaba sentado en su sofá leyendo el periódico, escuchó un gran alboroto afuera de su casa.
Se asomó por la ventana y vio a un hombre corriendo por la calle con una expresión de desesperación en su rostro. Juan salió rápidamente de su casa para averiguar qué estaba pasando.
Al llegar al centro del pueblo, se encontró con el hombre que corría y le preguntó qué estaba pasando. "Mi hija ha desaparecido", dijo el hombre entre lágrimas. "La dejé jugando en el parque y cuando volví para buscarla, no estaba allí".
Juan se sintió muy triste por el hombre y decidió ayudarlo a buscar a su hija perdida. Juntos recorrieron todo el pueblo buscando pistas sobre dónde podría estar la niña.
Preguntaron a todos los vecinos si habían visto algo fuera de lo común o si tenían alguna información que pudiera ayudarlos. Después de horas buscando sin éxito, Juan pensó en algo: conocía a un anciano sabio que vivía cerca del bosque y siempre había sido muy bueno para encontrar cosas perdidas.
"Vamos a ver al anciano", dijo Juan al padre angustiado. "Tal vez pueda ayudarnos".
Cuando llegaron a la cabaña del anciano, este les recibió con amabilidad pero también les advirtió:"Encontrar cosas perdidas no es tarea fácil ni rápida", dijo él mientras preparaba té caliente para sus visitantes. "Hay que tener paciencia y confiar en la intuición". Juan y el padre de la niña aceptaron las palabras del anciano sabio y se quedaron a esperar mientras él meditaba.
Después de un rato, el anciano les dijo que creía saber dónde estaba la niña. "Hay una cueva oculta en el bosque", dijo el anciano. "Es difícil de encontrar, pero allí es donde creo que está tu hija".
Juan y el padre de la niña salieron corriendo hacia el bosque con las instrucciones del anciano sabio. Finalmente encontraron la cueva oculta y al entrar, vieron a la pequeña sentada en una roca llorando.
La abrazaron fuertemente y se sintieron muy felices por haberla encontrado sana y salva. La llevaron de vuelta al pueblo donde su padre le dio un gran abrazo. "Gracias por ayudarme", dijo el padre a Juan mientras lo abrazaba emocionado.
"No hay nada más importante en este mundo que ayudarnos los unos a los otros", respondió Juan sonriendo. Desde entonces, Juan se convirtió en un héroe para muchos vecinos del pueblo por haber ayudado al hombre desesperado a encontrar a su hija perdida.
Y siempre recordó las palabras del anciano sabio: "Encontrar cosas perdidas no es tarea fácil ni rápida".
FIN.