La Búsqueda de la Estatua Dorada
Había una vez en una ciudad muy grande, una mamá llamada Julieta y su hija Aurelia, quienes vivían con su gato Pelusa.
Un día, mientras paseaban por el parque, se encontraron con un cartel que anunciaba un gran desafío: encontrar la estatua dorada. - ¡Mamá, tenemos que encontrarla! -exclamó emocionada Aurelia. - Sí, pero no será fácil. Muchas personas han intentado encontrarla antes que nosotras -respondió Julieta.
Pero a pesar de las dificultades, madre e hija decidieron aceptar el reto y comenzaron a buscar pistas. Preguntaron a los vecinos del barrio si habían visto algo sospechoso o sabían algo sobre la estatua dorada. Pero nadie parecía saber nada al respecto.
Una tarde mientras tomaban helado en la plaza central de la ciudad, Pelusa saltó del banco donde estaba sentado y corrió hacia un callejón cercano. Las dos mujeres lo siguieron y encontraron una nota pegada a la pared que decía "Sigue las huellas doradas".
- ¿Huella doradas? ¿Qué puede significar eso? -se preguntó Julieta. Aurelia rápidamente recordó haber visto unas marcas amarillas en el camino cuando caminaban por el parque ese mismo día.
Así que madre e hija siguieron esas misteriosas huellas hasta llegar a un edificio abandonado en las afueras de la ciudad. Al entrar al edificio oscuro y polvoriento vieron algo brillando desde lejos. Era la estatua dorada tan buscada por todos estos días.
Pero justo cuando iban a agarrarla, apareció un hombre misterioso que les dijo:- Esta estatua es muy valiosa y no puede ser tomada por cualquiera.
¿Qué harán con ella si la encuentran? Julieta respondió: - La busqué para demostrarle a mi hija que cuando se tiene una meta, hay que luchar por ella y nunca rendirse. El hombre sonrió y le entregó la estatua dorada a Aurelia diciéndole:- Toma esto como un premio por tu perseverancia y por creer en ti misma.
Aurelia estaba muy emocionada al tener finalmente la estatua dorada en sus manos. Ella entendió que aunque las cosas pueden parecer difíciles al principio, si uno sigue adelante, siempre hay una recompensa al final del camino.
Desde ese día, madre e hija aprendieron juntas que el valor de las cosas no está en lo material sino en el esfuerzo y dedicación puestos en alcanzarlas. Y Pelusa? Bueno, él simplemente disfrutó de su helado mientras veía feliz a su familia celebrando su victoria.
FIN.