La búsqueda de la estatua dorada
Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, una mamá llamada Julieta y su hija Aurelia. Vivían juntas en un departamento pequeño pero acogedor junto a su gato Pelusa.
Un día, mientras caminaban por el parque, vieron un cartel que decía: "Buscamos aventureros valientes para encontrar la estatua dorada". Aurelia se emocionó al leerlo y le dijo a su mamá: "Mamá, ¡quiero ser una aventurera valiente! ¿Podemos buscar la estatua dorada juntas?".
Julieta sonrió y respondió: "Por supuesto mi amor, pero necesitamos hacer un plan primero". Así que las dos se sentaron en un banco del parque para idear su estrategia. Primero decidieron investigar sobre la estatua dorada.
Descubrieron que estaba escondida en algún lugar de la ciudad y que había muchos obstáculos en el camino. Pero eso no las detuvo, ya que estaban decididas a encontrarla.
El primer obstáculo fue llegar al otro lado de la ciudad donde se encontraba el primer indicio. Aurelia sugirió tomar el subte para ahorrar tiempo y así lo hicieron. Una vez allí, descubrieron que debían seguir una serie de pistas para llegar a la ubicación exacta de la estatua dorada.
Caminaron por toda la ciudad buscando cada pista con mucho entusiasmo y perseverancia. A veces se desanimaban cuando parecía que no avanzaban nada, pero siempre encontraban algo nuevo e interesante que les daba fuerzas para continuar.
En uno de los lugares donde buscaron una pista conocieron a un señor mayor que les contó historias sobre su juventud y cómo había recorrido el mundo en busca de aventuras. Les dio consejos sabios y las animó a no rendirse nunca.
Finalmente, después de mucho esfuerzo, lograron reunir todas las pistas necesarias para encontrar la estatua dorada.
Cuando llegaron al lugar indicado, se encontraron con una sorpresa: ¡la estatua estaba custodiada por un dragón! Aurelia y Julieta no se asustaron y recordando los consejos del señor mayor, idearon un plan para derrotar al dragón. Trabajaron juntas como un equipo, cada una con sus habilidades únicas. Aurelia distrajo al dragón con su pelota mientras Julieta trepaba por detrás para alcanzar la estatua dorada.
Cuando finalmente la tuvieron en sus manos, saltaron de alegría y celebraron su victoria juntas. Habían superado todos los obstáculos gracias a su perseverancia y trabajo en equipo.
De regreso a casa, Pelusa las recibió maullando de felicidad y orgullo por sus dueñas aventureras. Aurelia le contó todo lo que habían pasado mientras Julieta preparaba una cena especial para celebrar su éxito.
Desde ese día en adelante, Aurelia supo que podía ser valiente e inteligente como su mamá si trabajaba duro y nunca se daba por vencida. Y así continuaron viviendo emocionantes aventuras juntas junto a Pelusa el gato más fiel del mundo.
FIN.