La Búsqueda de la Libertad



En un rincón mágico del mundo, existía un juego llamado "El Laberinto de los Sueños", donde las almas de valientes exploradores se encontraban atrapadas. Cada una de estas almas tenía un deseo ardiente de regresar a su hogar, pero para lograrlo debían superar pruebas y resolver enigmas en un laberinto lleno de sorpresas.

Un día, apareció en el laberinto un grupo de cuatro almas: Lucas, un niño con una gran curiosidad; Sofía, una niña inteligente y valiente; Tomás, un soñador que siempre tenía una idea brillante; y Valentina, una pequeña artista con un corazón lleno de luz. Juntos, decidieron que debían encontrar la salida.

"¡Vamos a unir fuerzas!", dijo Lucas emocionado.

"Sí, juntos somos más fuertes", respondió Sofía con determinación.

"Yo tengo un mapa que encontré en el suelo", gritó Tomás, sacando un pergamino de su bolsillo.

"¡Perfecto! Entonces sigamos adelante!", dijo Valentina, dibujando un sol en el aire con su dedo.

Mientras caminaban, se encontraron con un enorme árbol que bloqueaba su camino. Las ramas eran espesas y el tronco imponente. En la base, había un viejo búho que vigilaba el paso.

"¿Cómo podemos pasar?", preguntó Sofía, mirando al búho.

"Para cruzar, deben resolver mi acertijo", dijo el búho con un tono sabio.

"¡Aceptamos el reto!", exclamó Lucas.

"Soy alto cuando estoy de pie, pero bajo cuando me siento. ¿Qué soy?", preguntó el búho.

Los cuatro niños se miraron confundidos. Después de un rato de pensar, Tomás exclamó:

"¡Una vela! Cuando está encendida, es alta, pero al consumirse, se hace baja."

El búho asintió.

"¡Bien hecho! Pueden pasar", dijo, alejando sus alas para abrir un camino entre las ramas.

Al cruzar, llegaron a un río que corría rápido.

"No puedo nadar", dijo Valentina con tristeza.

"Yo puedo intentar volar", dijo Tomás.

"No creo que sea suficiente. Necesitamos algo que flote", respondió Sofía, observando las rocas.

"¡Esperen!", dijo Lucas, mirando a su alrededor. "¡Podemos construir una balsa con esas ramas!"

Juntos, recolectaron ramas y hojas, y trabajaron en equipo para construir una balsa. Cuando terminaron, todos subieron con cuidado. Tomás, que tenía un poco de miedo, dijo:

"¿Y si se hunde?"

"Debemos confiar en que nuestro trabajo valga la pena", animó Sofía.

Navegaron con esfuerzo, pero al final lograron cruzar el río. En la orilla, encontraron una puerta brillante en una cueva.

"¡Estamos cerca de salir!", gritó Valentina.

"Pero, ¿cómo abrimos la puerta?", preguntó Lucas.

Frente a la puerta había un mural de colores. Comenzaron a tocarlo, y de repente, se iluminó.

"Tal vez solo hay que tocarlo en el orden correcto", sugirió Tomás.

"¡Yo puedo hacer una canción!", dijo Valentina emocionada.

"Esa es una gran idea, ¡hagámoslo todos juntos!", propuso Sofía.

Los cuatro empezaron a cantar, creando una melodía hermosa. Con cada nota, la puerta empezó a abrirse lentamente. Al final, cuando terminaron, la puerta se abrió por completo, llevándolos a un mundo deslumbrante.

"¡Estamos libres!", gritaron con alegría.

"Nunca olvidemos nuestro trabajo en equipo", dijo Lucas, abrazando a sus amigos.

"Y cómo las ideas de los demás pueden ayudarnos a superar obstáculos", agregó Sofía.

"Fue una gran aventura", sonrió Valentina.

"¿Y qué haremos ahora?", preguntó Tomás, con la emoción brillando en sus ojos.

"Lo que queramos, ¡porque somos libres!", rió Lucas, mientras correteaban hacia el horizonte, listos para explorar un nuevo mundo lleno de posibilidades y nuevas aventuras.

FIN.

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