La Búsqueda de la Nave Perdida
Era un día brillante en la Tierra cuando el astronauta Pedro recibió la emocionante noticia: ¡había sido elegido para un viaje a la luna! Con su corazón lleno de alegría, comenzó a preparar su nave espacial, la "Estrella Brillante". Sin embargo, en su primer despegue, algo salió mal.
"¡Cuidado!" gritó Pedro mientras la nave se sacudía. Antes de que pudiera reaccionar, un estallido ensordecedor resonó en el espacio.
"¡Noooo!" exclamó Pedro, viendo cómo las partes de la nave se esparcían a la velocidad de la luz, enviándose a siete distintos planetas.
Desolado, Pedro comenzó a llorar, pero cuando conoció a un pequeño marciano llamado Zico, algo cambió.
"-No te preocupes, amigo! -dijo Zico con su voz alegre-. ¡Juntos vamos a encontrar todas las partes de tu nave!"
Así comenzó su aventura. Su primera parada fue el Planeta Amapola, donde encontraron a las Flores Cantoras, unas criaturas que cantaban melodías dulces.
"-¿Han visto alguna parte de una nave? -preguntó Pedro, con esperanza.
-¡Claro que sí! -respondió una flor con voz melodiosa-. Vi caer algo plateado por la montaña. ¡Síganme!"
Pedro y Zico siguieron a las Flores Cantoras hacia la montaña, donde efectivamente encontraron la primera parte de la nave: un ala brillante que relucía bajo el sol.
"-¡Uno down, seis por encontrar!" dijo Zico, saliéndole una sonrisa.
Con alegría, Pedro y Zico se montaron en su cohete y despegaron hacia el segundo planeta, el Planeta Helado. Allí, encontraron a los Pingüinos Artistas, quienes estaban decorando su hielo con pinturas de colores.
"-Hola, amigos! -saludó un pingüino-. ¿Qué los trae por aquí?"
"-Estamos buscando partes de una nave espacial. -dijo Pedro.
-¡Nosotros tenemos una! -gritó otro pingüino. Era la cabina de control, que habían transformado en una casa de té.
-¿Podemos llevarla, por favor? -suplicó Pedro.
-¡Claro! Pero primero, tendrán que bailar una de nuestras canciones!"
Pedro y Zico se unieron a los pingüinos, disfrutando de la danza. Tras encontrar la cabina, estaban listos para seguir.
En el tercer planeta, el Planeta Fruto, conocieron a los Pequeños Frutales, que hablaban y reían entre ellos.
"-¿Tienen algo de una nave perdida? -preguntó Zico.
-¡Sí! -exclamó un frutal-. Hay un motor escondido en el Gran Árbol del Jardín."
Pedro y Zico corrieron hacia el árbol y, después de un poco de esfuerzo, encontraron el motor.
"-Estamos más cerca!" dijo Pedro.
Su energía y entusiasmo continuaba, y luego viajaron al Planeta Rayo, donde los habitantes eran unos seres eléctricos muy ocupados.
"-Hola, viajantes! -dijo uno de ellos-. ¡Necesitamos ayuda con nuestro circuito!"
"-Si nos ayudan, podremos darles a cambio una parte de su nave!" dijo Pedro.
Sin dudarlo, Pedro y Zico ayudaron a resolver el problema. Y como recompensa, les dieron la batería.
"-Ya tenemos cuatro partes, ¡vamos por más!"
En su camino, visitaron el Planeta Arena, donde los criaturas arenosas hacían esculturas de su hogar.
"-¡Impresionante! -dijo Zico. -Queremos encontrar una parte de la nave."
"-¿Nave? -dijeron. -¿No se referirán a un escudo brillante que vimos?"
Pedro y Zico estaban encantados cuando las criaturas los llevaron a la escultura más grande, donde se encontraba el escudo.
"-¿Cuántas más quedan? -preguntó Pedro.
-¡Tres!"
Luego, se dirigieron al Planeta Bosque, lleno de árboles y ríos. Allí encontraron seres que podían cambiar de forma.
"-Estamos buscando una parte de una nave espacial. -dijo Zico.
-¡Esos viajeros espaciales siempre olvidan algo! -contestaron al unísono. -Vamos a ayudarlos."
Los seres los llevaron a un claro, donde había una pequeña cápsula dorada. Era el sistema de navegación.
"-¡Solo dos partes más!"
Su última parada fue el Planeta Nubes, desde donde podrían ver todo el universo. Allí encontraron a nubes que danzaban en el cielo. Un grupo de nubes se acercó y les dijo:
"-¿Buscan algo?"
"-Estamos buscando la parte final de nuestra nave. -respondió Pedro.
-¡Ah! -dijo una nube-. Vimos caer algo aquel día, pero tenemos un problema: el viento no nos deja recogerlo. ¡Ayúdennos, y se lo daremos!"
Pedro y Zico trabajaron juntos con las nubes y, con esfuerzo, lograron recuperar la última parte: el motor propulsor.
"-¡Lo logramos! -gritó Pedro, abrazando a Zico. -Ahora podemos regresar a casa!"
Juntos volvieron a la Tierra, donde Pedro ensambló la nave nuevamente. Miró a Zico con una sonrisa.
"-Gracias, amigo. Sin tus habilidades y trabajo en equipo, nunca lo habría logrado. Cada planeta nos enseñó algo especial y nos hicieron más fuertes."
Zico sonrió y dijo:
"-Recordá siempre que, aunque el camino sea difícil, la amistad y la ayuda mutua hacen cualquier sueño posible."
Y así, Pedro no solo cumplió su sueño de llegar a la luna, sino que también había hecho un gran amigo en el camino, aprendiendo valiosas lecciones sobre cooperación, solidaridad y amistad.
FIN.