La Búsqueda de la Niña y los Gamusinos



Había una vez en un tranquilo pueblito de Argentina una niña llamada Lucia, que adoraba pasar tiempo con su abuelo, Don Antonio. Era un hombre sabio y lleno de historias divertidas. Sin embargo, un día, después de una fuerte discusión con su esposa, la abuela Isabel, Don Antonio decidió salir a dar un paseo hacia el olivar, un lugar donde siempre encontraba paz para reflexionar.

Lucia, preocupada por su abuelo, lo buscó en el jardín, en su habitación y, al verlo ausente, decidió que era hora de actuar. Salió de casa con una pequeña mochila cargada de meriendas y su linterna, ya que el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas.

"¡Abuelo! ¿Dónde estás?" - gritó Lucia, esperando escuchar su cálido eco.

De repente, notó un suave destello de luz que danzaba entre los árboles, lo que la llevó a un pequeño claro. Ahí, encontró a unos pequeños seres brillantes, conocidos como gamusinos, que iluminaban el lugar con su suave resplandor.

"Hola, niña valiente" - dijo uno de ellos, agitando sus alas brillantes. "¿Buscas a alguien?"

"Sí, a mi abuelo, Don Antonio. Se fue de casa y no sé dónde encontrarlo" - respondió Lucia, con un atisbo de preocupación en sus ojos.

"Los gamusinos sabemos mucho sobre el bosque y sus secretos. ¡Te ayudaremos!" - exclamó otro gamusino, Saltarín, mientras danzaba en el aire.

"Porque hay algo más que debes saber" - continuó la gamusina, Brillina. "Tu abuelo está triste, y cuando alguien está triste, a veces se pierde en los lugares que le dan consuelo. Vamos a buscarlo juntos."

Lucia sintió una mezcla de alivio y gratitud, así que siguió a los gamusinos en su vuelo. A medida que avanzaban, se encontraron con un arroyo murmurante.

"Quizás se detuvo aquí para escuchar el agua" - sugirió Saltarín mientras volaban bajo. Pero al examinar el lugar, no había rastro de Don Antonio.

"No se desanimen" - dijo Lucia, tratando de mantener el ánimo. "Sigo teniendo fe en que lo encontraremos".

Continuaron su búsqueda atravesando campos de flores luminosas que sogaban la luz de los gamusinos. Los brillantes decir ingeniosos les acercaron mucho más a la sabiduría del abuelo.

"La tristeza es algo natural, pero hay que aprender a sobrellevarla" - reflexionó Lucia. "Tal vez solo esté tratando de entender lo que sucedió con la abuela".

Los gamusinos asintieron y guiaron a Lucia hacia el olivar, un lugar mágico donde los árboles se alzaban con sabiduría y protección. Sin embargo, todavía no podían encontrar a Don Antonio. Entonces, Lucia se sentó bajo un viejo olmo, con una sensación de que algo especial iba a suceder.

"Si solo pudiera hablarle a mi abuelo y recordarle lo mucho que lo queremos, estoy segura de que se sentiría mejor" - dijo Lucia, hablando hacia el brillante cielo estrellado.

De repente, una voz profunda resonó entre los árboles: "Aquí estoy, Lucia..." - Era la voz de Don Antonio que llegó como un eco familiar.

Lucia corrió hacia la voz y encontró a su abuelo sentado al pie de un árbol, con la cabeza descansando sobre sus manos.

"Abuelo, ¡te estaba buscando!" - gritó, antes de abrazarlo con fuerza.

"Lo sé, pequeña. Me perdí en mis propios pensamientos, pero tu búsqueda me trajo de regreso" - respondió Don Antonio con una sonrisa entre lágrimas.

Los gamusinos danzaron alrededor, felices de que su misión había triunfado.

"La tristeza puede nublar nuestros corazones, pero el amor siempre encontrará el camino de vuelta" - murmuró Brillina, mientras iluminaban el lugar con su luz cálida.

Don Antonio se levantó y vio a los pequeños seres brillantes.

"¿Quiénes son estos hermosos amigos?" - preguntó.

Lucia, radiante, explicó cómo los gamusinos la habían ayudado a encontrarlo.

"Grácias, pequeños guardianes de la luz. Ustedes son un bálsamo para el alma" - dijo Don Antonio, con su mirada llena de gratitud.

"Vuelvan siempre a esta mágica arboleda y recuerden, cuando el corazón se sienta pesado, aquí estará la luz para guiarlos" - ordenó Saltarín, despidiéndose con una danza.

Y así, Lucia y su abuelo regresaron a casa, donde la abuela Isabel los esperaba con los brazos abiertos, lista para perdonar y compartir momentos felices juntos otra vez. Desde entonces, los tres vivieron días llenos de risas, amor y más aventuras, siempre recordando el poder de la comunicación y la importancia de la familia.

Y desde aquella vez, los gamusinos pasaron a ser parte de sus historias, recordándoles a todos que la luz siempre encuentra su camino, sobre todo en los corazones que se aman.

FIN.

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