La búsqueda de La Tiqui



Había una vez en la hermosa ciudad de Tuxtla, una abuelita llamada Esther y su nieta Elena Isabel. Estas dos eran inseparables, siempre estaban juntas y compartían momentos maravillosos.

Un día soleado, Elena Isabel salió al parque con su perrita La Tiqui para disfrutar del aire fresco y jugar un rato. Pero mientras jugaban, La Tiqui se escapó corriendo tras una mariposa que volaba por el parque.

Elena Isabel estaba muy preocupada por su perrita y no sabía qué hacer. Fue entonces cuando la abuelita Esther decidió ayudar a su nieta en esta aventura emocionante. -¡No te preocupes, mi querida Elena! ¡Encontraremos a La Tiqui! -dijo la abuelita Esther con determinación.

Las dos comenzaron a buscar por todos lados: preguntaron a los vecinos, revisaron cada rincón del parque y hasta colocaron carteles con la foto de La Tiqui en las calles cercanas.

Después de un largo día de búsqueda sin éxito, decidieron descansar un poco y tomar un helado para reponer energías. Mientras saboreaban sus helados, vieron a lo lejos a alguien que caminaba con algo animal bajo el brazo.

Era ¡La Tiqui! -¡Abuelita! ¡Mira allí está La Tiqui! -exclamó emocionada Elena Isabel señalando hacia donde iba esa persona desconocida. Sin pensarlo dos veces, ambas corrieron hacia esa persona para recuperar a La Tiqui. Cuando llegaron cerca de ella, notaron que era un señor amable que sostenía a La Tiqui en sus brazos.

-¡Disculpe, señor! ¿Esa perrita es nuestra? -preguntó la abuelita Esther con una sonrisa en su rostro. El señor les explicó que encontró a La Tiqui deambulando por el parque y decidió cuidarla hasta encontrar a sus dueñas.

Agradecidas, Elena Isabel y la abuelita Esther le dieron las gracias al hombre por su amabilidad y se llevaron a La Tiqui de vuelta a casa.

En el camino de regreso, Elena Isabel le preguntó curiosa a la abuelita Esther cómo habían logrado encontrar a La Tiqui después de tanto buscar. La abuelita Esther le respondió con una gran sonrisa:-Hija mía, cuando queremos encontrar algo o alguien que está perdido, lo más importante es no rendirse nunca.

A veces tenemos que pasar por diferentes situaciones y conocer nuevas personas, pero siempre debemos seguir adelante con esperanza y determinación. Además, trabajar juntas como equipo nos ayudó mucho en esta aventura.

Elena Isabel comprendió la enseñanza de su abuela y prometió recordarla para toda su vida. Desde ese día, valoraron aún más los momentos compartidos juntas y aprendieron que si se apoyaban mutuamente podían superar cualquier desafío. Y así termina esta historia llena de aventuras y enseñanzas valiosas.

Una historia donde una nieta consentida aprendió junto a su abuela el valor del trabajo en equipo, la perseverancia y nunca rendirse ante los obstáculos.

FIN.

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