La búsqueda de los anteojos perdidos


Había una vez en un hermoso bosque llamado "El Bosque de la Felicidad", donde todos los animales vivían en armonía.

En este lugar mágico, había una pequeña ardilla llamada Lola, que era muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras. Un día, mientras Lola saltaba de árbol en árbol, escuchó un ruido extraño proveniente del centro del bosque. Sin pensarlo dos veces, decidió ir a investigar qué sucedía.

Cuando llegó al lugar, se encontró con su amiga Paula, una conejita muy simpática y solidaria. Paula estaba rodeada por varios animalitos del bosque que parecían tristes y preocupados. - ¿Qué les sucede a todos? - preguntó Lola con empatía en su voz.

- Oh, Lola, estamos muy preocupados porque nuestro querido amigo el búho Pablo ha perdido sus anteojos - explicó Paula con tristeza-. Sin sus anteojos no puede ver bien y está muy asustado.

Lola se puso las patitas en la cintura y dijo decidida:- No se preocupen más. Vamos a encontrar los anteojos de Pablo juntos. ¡Somos un equipo! Todos los animales sonrieron emocionados por la actitud solidaria de Lola. Comenzaron a buscar por todo el bosque sin descanso.

Revisaron cada rincón debajo de las hojas caídas y dentro de las cuevas oscuras. Después de mucho buscar sin éxito alguno, llegaron al lago cristalino del bosque donde vivía Lucas, el castor constructor más habilidoso de todo el lugar.

- ¡Hola, Lucas! - saludó Lola con alegría pero preocupada-. ¿Has visto los anteojos de Pablo en alguna parte? Lucas se rascó la cabeza y respondió:- No, no he visto los anteojos.

Pero sí recuerdo haber construido una represa cerca del árbol de las mariposas hace unos días. Quizás podrían estar allí. Lola agradeció a Lucas por su ayuda y rápidamente llevó al grupo hacia el árbol de las mariposas.

Cuando llegaron, encontraron que la represa estaba bloqueando el paso del agua y había causado inundaciones en el área. Las mariposas estaban atrapadas y asustadas sin poder volar. Sin pensarlo dos veces, Lola y sus amigos trabajaron juntos para desbloquear la represa y salvar a las mariposas.

Una vez que lo lograron, todas las mariposas salieron volando felices. - ¡Miren! - exclamó Paula emocionada-. Encontré algo brillante entre los escombros de la represa. Era un par de anteojos pequeños que brillaban bajo el sol.

Todos celebraron mientras saltaban de alegría. Con los anteojos en mano, corrieron hasta donde estaba Pablo esperándolos ansioso. Al verlos llegar con sus anteojos perdidos, sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad.

- ¡Mis queridos amigos! ¡Han vuelto mis preciados anteojos! - exclamó Pablo emocionado mientras se los ponía-. Gracias a todos ustedes por su empatía y solidaridad. Me siento muy feliz ahora mismo.

Todos sonrieron orgullosos sabiendo que habían hecho una gran diferencia en la vida de su amigo. Desde aquel día, Lola, Paula y todos los animales del bosque comprendieron que trabajar juntos y ayudarse mutuamente era lo que hacía al Bosque de la Felicidad tan especial.

Desde entonces, cada vez que alguien necesitaba ayuda o se encontraba triste, sabían que podían contar con el apoyo y amistad de los demás habitantes del bosque. Juntos, lograban hacer del mundo un lugar más feliz y solidario.

Y así fue como Lola aprendió la importancia de la empatía y la solidaridad, convirtiéndose en una verdadera heroína del Bosque de la Felicidad.

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