La Búsqueda de Luna


Había una vez una abuela llamada Rosa que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos verdes y flores de colores. Rosa era una abuela muy amorosa y siempre estaba pendiente de su nieta, Luna.

Un día, la mamá de Luna tuvo que salir por trabajo y dejó a la pequeña al cuidado de su abuela. Pero cuando llegó el momento de reagarrar a Luna, Rosa se dio cuenta de que no estaba en casa.

Se preocupó mucho y decidió salir a buscarla. Rosa caminaba por las calles del pueblo preguntando a todos los vecinos si habían visto a su nieta. Todos estaban dispuestos a ayudar, pero nadie había visto a Luna por ningún lado.

La abuela comenzaba a sentirse desesperada, pero sabía que debía mantener la calma para poder encontrarla. En su búsqueda incansable, Rosa llegó hasta el parque del pueblo.

Allí vio un grupo de niños jugando y decidió acercarse para preguntar si habían visto a Luna. Uno de los niños señaló hacia un camino detrás del parque y dijo: "La vi caminar hacia allá hace un rato". La abuela siguió el camino indicado con esperanza en su corazón.

Mientras caminaba, notó unas huellas en el barro fresco y supo que eran las huellas de sus zapatos favoritos de Luna.

Siguiendo esas huellas, llegó hasta un viejo árbol donde encontró algo inesperado: ¡una nota! La nota decía: "Querida abuelita, fui al campo a jugar con los animalitos. No te preocupes por mí". Rosa sonrió al leerla, sabiendo que Luna estaba a salvo, pero también preocupada por su bienestar.

Decidió seguir las huellas y llegó hasta un hermoso campo lleno de flores silvestres. Allí encontró a Luna rodeada de mariposas y pájaros cantando. La nieta tenía una sonrisa radiante en su rostro.

"¡Abuelita! ¡Mira todo lo que encontré aquí! Los animalitos me mostraron sus casitas y me enseñaron cómo cuidar el campo", exclamó Luna emocionada. Rosa abrazó fuertemente a su nieta, sintiendo una mezcla de alivio y felicidad.

Le explicó lo preocupada que había estado buscándola y le recordó la importancia de siempre avisar antes de salir a jugar. Luna aprendió la lección y prometió ser más cuidadosa en el futuro. Juntas regresaron al pueblo mientras compartían historias sobre sus aventuras en el campo.

Desde ese día, cada vez que Luna quería explorar nuevos lugares, siempre pedía permiso a su abuela y juntas descubrían los secretos del mundo exterior. La historia de Rosa y Luna nos enseña la importancia de comunicarnos con nuestros seres queridos para evitar preocupaciones innecesarias.

También nos muestra cómo podemos aprender valiosas lecciones mientras disfrutamos del contacto con la naturaleza. Y así, entre risas y juegos, abuela y nieta vivieron muchas más aventuras juntas, fortaleciendo su amor familiar día tras día.

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