La Búsqueda de Mika y el Tesoro de Chocolate
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Colores, donde vivía una niña alegre llamada Mika. Mika tenía una creencia especial: siempre que llovía y el sol brillaba al mismo tiempo, aparecía un arcoiris. Y en la punta de cada arcoiris, había un tesoro de monedas de chocolate. Como Mika adoraba el chocolate, decidió que debía intentar encontrar ese tesoro.
Un día, después de una breve lluvia, Mika salió corriendo al exterior. Con ojos brillantes, miró hacia el cielo y, efectivamente, allí estaba un hermoso arcoiris.
"¡Mirá, mamita, un arcoiris! ¡Me voy a buscar el tesoro!" - gritó Mika con entusiasmo.
"Ten cuidado, Mika. Recuerda que el camino puede ser peligroso" - le advirtió su madre. Pero Mika, animada por la idea del chocolate, prometió que volvería sana y salva.
Se calzó sus botas de lluvia y comenzó a seguir el camino que intuía que la llevaría al final del arcoiris. Mientras caminaba, se encontró con su amigo Lucas, un niño curioso que siempre estaba dispuesto a aventuras.
"¿Adónde vas tan rápido, Mika?" - preguntó Lucas.
"Voy a buscar el tesoro de monedas de chocolate al final del arcoiris. ¿Te venís conmigo?" - le respondió entusiasmada.
"¡Por supuesto! Esto suena increíble" - dijo Lucas con una sonrisa.
Los dos amigos siguieron su camino, contando chistes y cantando canciones. Pero rápidamente, el camino se volvió complicado. Un arroyo amplio y veloz les cortó el paso.
"No sé cómo vamos a cruzarlo" - dijo Mika, un poco desanimada.
"Podemos construir un puente con ramas y piedras. ¡Vamos a intentarlo!" - sugirió Lucas.
Ambos comenzaron a recoger ramas firmes y piedras, y juntos construyeron un puente improvisado. Con un gran esfuerzo, lograron cruzar el arroyo y seguir su camino.
Un rato después, llegaron a un claro en el bosque. El arcoiris parecía más cerca que nunca, pero allí se encontraron con un gran perro guardián que bloqueaba el camino.
"¿Quiénes son ustedes y qué hacen en mi territorio?" - ladró el perro.
"Estamos en una búsqueda del tesoro de monedas de chocolate al final del arcoiris. ¿Podrías dejarnos pasar?" - pidió Mika.
El perro los miró con curiosidad.
"Si me cuentan un chiste divertido, los dejaré ir" - dijo el perro.
Mika y Lucas se miraron, y juntos pensaron en un chiste.
"¿Por qué los pájaros no usan Facebook?" - comenzó Mika.
"Porque ya tienen Twitter" - terminó Lucas.
El perro no pudo contener una risa profunda.
"Está bien, son divertidos. ¡Pueden pasar!" - les dijo el perro, moviendo su cola.
Con una gran sonrisa, Mika y Lucas continuaron su trayecto. Finalmente, llegaron a una colina donde el arcoiris comenzaba a tocar la tierra.
"¡Mirá! ¡Estamos muy cerca!" - dijo Mika emocionada.
Cuando llegaron al final del arcoiris, se encontraron con un viejo cofre de madera, adornado con colores brillantes.
"¡Lo encontramos!" - gritaron al unísono.
Mika abrió el cofre y, para su sorpresa, no había monedas de chocolate, sino un montón de libros coloridos.
"¿Pero dónde están las monedas?" - preguntó Mika confundida.
"Tal vez el verdadero tesoro no sean las monedas, sino todo lo que aprendemos en el camino" - dijo Lucas, mirando los libros.
Ambos, un poco decepcionados, comenzaron a hojear los libros y descubrieron historias fascinantes sobre aventuras, amistad y magia.
"Quizás esto es aún mejor que el chocolate" - reflexionó Mika.
"Sí, y también podemos compartirlos con nuestros amigos" - añadió Lucas.
Con eso, ambos regresaron a casa, felices y llenos de nuevas historias por contar.
Desde ese día, cada vez que llovía y salía el sol, Mika y Lucas no solo buscaban el arcoiris, sino los libros que podían encontrar en su camino, sabiendo que a veces, las mejores aventuras no son las que esperas, sino las que aprendes a disfrutar.
Así, Mika comprendió que el verdadero tesoro no siempre es lo que buscamos, sino lo que encontramos en el viaje.
FIN.