La Búsqueda de Nube



Catalina era una niña muy alegre que vivía en el pintoresco pueblo de La Paloma, donde la mayoría de los días eran soleados y llenos de risas. Tenía un conejo blanco como la nieve que se llamaba Nube. Nube no solo era su mascota, sino su mejor amigo. Catalana pasaba horas jugando con él en la pradera, donde solían correr, saltar y hacer travesuras juntos.

Un día, después de una fuerte tormenta que había asustado a todos en el pueblo, Nube desapareció. Catalina estaba muy preocupada.

- “¡Nube! ¡Nube! ¡¿Dónde estás? ! ” - gritó Catalina mientras buscaba desesperadamente.

No encontrando respuesta, una lágrima asomó en su ojo. Pero justo cuando su corazón se llenaba de tristeza, recordó algo que su mamá siempre le decía: “Siempre hay que pedir ayuda cuando lo necesitas”. Así que decidió salir a buscar a Nube, pero esta vez, haría que todo el pueblo la ayudara.

Catalina corrió hacia la plaza, donde la gente del pueblo se reunía.

- “¡Amigos! ¡Nube se perdió después de la tormenta! ¡Necesito su ayuda para encontrarlo! ” - exclamó con voz temblorosa.

Los habitantes del pueblo, que la conocían bien, se acercaron a ella. El carnicero, el panadero, hasta la bibliotecaria, todos estaban listos para ayudar.

- “¡No te preocupes, Catalina! Lo buscaremos juntos” - dijo el carnicero, levantando su cuchillo como si fuera una espada.

- “¡Vamos, hay que dividirnos en grupos! ” - sugirió la bibliotecaria con entusiasmo.

Así fue como el pueblo se organizó. El panadero empezó a hornear galletas de zanahoria, asegurándose de que el dulce aroma llegara a todos los rincones.

- “Tal vez Nube venga a buscar alguna galleta” - rió el panadero mientras pasaba su dedo por el frosting.

Mientras tanto, Catalina y sus amigos revisaron cada arbusto y cada esquina del pueblo. Pero pasaron las horas y Nube aún no aparecía. La noche llegó, y la preocupación empezó a mezclarse con un poco de desánimo.

- “¿Y si Nube no vuelve nunca? ” - se preguntó Catalina en voz alta, con una mezcla de tristeza y cansancio. Pero antes de que pudiera llorar, el viejo Don Ramón, el sabio del pueblo, se acercó a ella.

- “Catalina, los animales son más astutos de lo que creemos. Nube seguramente está bien, solo necesita un poco más de tiempo y amor para volver” - le dijo.

Al día siguiente, decidieron hacer un llamado especial. Todos se reunieron en la plaza y comenzaron a ofrecer algunas de las galletas de zanahoria que había horneado el panadero.

- “¡Vamos a cantar para que Nube vuelva! ” - propuso una de las chicas del pueblo.

Y así, con las galletas en la mano y una canción melodiosa, empezaron a entonar alegremente.

Al final de la canción, un pequeño sonido entre los arbustos hizo que todos se quedaran en silencio. Todos miraron hacia el sonido y, para su sorpresa, ahí estaba Nube.

- “¡Nube! ” - gritó Catalina llena de alegría. Corrió hacia su amigo y lo abrazó fuertemente.

- “¿Dónde estabas? ” - preguntó mientras acariciaba sus suaves orejas.

Nube, como si entendiera cada palabra, movió su pequeña nariz y le dio un brinco feliz.

Los habitantes del pueblo aplaudieron al ver que finalmente habían encontrado a Nube. Catalina miró a su alrededor y se dio cuenta de lo importante que había sido la solidaridad del pueblo.

- “Gracias a todos por ayudarme”, dijo con una gran sonrisa.

Desde ese día, Nube jamás se separó de Catalina. Y cada vez que había un problema, Catalina recordaba cuán valioso es el trabajo en equipo y cómo, con amor y amistad, se pueden superar los mayores retos.

Así fue como la aventura de la búsqueda de Nube unió aún más a los habitantes de La Paloma, y continuaron viviendo felices, con más fuerza que nunca y, por supuesto, con muchas galletas de zanahoria a mano.

Y así, Nube se convirtió no solo en el conejo de Catalina, sino también en el símbolo de la unión del pueblo.

FIN.

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