La Búsqueda de Nube
Era un día tranquilo en el pueblo de La Paloma. Catalina, una niña de diez años, jugaba en su casa con su conejo blanco, al que llamaba Nube. Este pequeño y esponjoso amigo era su compañero de aventuras y siempre estaba dispuesto a saltar y hacer travesuras.
Un día, después de una fuerte tormenta, un rayo hizo temblar la tierra y Nube, asustado, decidió salir corriendo. Catalina se dio cuenta de su ausencia y rápidamente corrió al patio.
"Nube, ¡Nube! ¿Dónde estás?" - gritó Catalina, con lágrimas en los ojos.
Sabía que su conejo podía haberse escondido en cualquier parte del pueblo. La señora Elena, que vivía al lado, escuchó sus gritos y se acercó.
"¿Qué sucede, Catalina?" - preguntó la señora Elena, preocupada.
"Nube se escapó y no sé dónde buscarlo" - respondió Catalina, angustiada.
"No te preocupes, vamos a organizar una búsqueda. ¡El pueblo entero nos puede ayudar!" - dijo la señora Elena con una sonrisa solidaria.
Así comenzó el plan. La señora Elena fue a convocar a los vecinos mientras Catalina preparaba carteles con la foto de Nube. El cartel decía: "¡Se busca a Nube, el conejo blanco!" Le puso un dibujo de Nube con su gran sonrisa y orejas largas.
Pronto, el pueblo entero se reunió en la plaza.
"¡Amigos!" - comenzó a decir el alcalde, don Gabriel "Catalina ha perdido a su querido conejo. Necesitamos ayudarla a encontrarlo. ¡Vamos a dividirnos y buscar en todas las direcciones!"
Todos asintieron con entusiasmo. Algunos fueron hacia el bosque, otros hacia el arroyo, y un grupo se dirigió a la granja de don Mateo, que tenía muchos animales.
Catalina se decidió a ir al bosque, recordando cuán juguetón era Nube y cómo le gustaba explorar la naturaleza. Caminando entre los árboles, pidió en voz alta: "¡Nube, ven aquí!".
Al poco tiempo, se encontró con su amiga Clara.
"¿Te ayudo a buscarlo?" - preguntó Clara, llena de energía.
"¡Sí, por favor!" - dijo Catalina, agradecida.
Las dos chicas comenzaron a mirar detrás de los arbustos y a llamar a Nube. De repente, vieron un pequeño rastro de huellas en la tierra.
"¡Mirá!" - exclamó Clara "Parece que fue hacia el lago. ¡Vamos!"
Cuando llegaron al lago, no había rastro de Nube, pero encontraron a un grupo de niños riendo. Al acercarse, escucharon:
"¡Nube está en la colina, saltando como loco!" - gritó uno de los chicos.
"¿En la colina? ¡Vamos!" - dijo Catalina, con el corazón latiéndole a mil.
Corrieron hacia la colina y, efectivamente, allí estaba Nube, saltando y jugando con una mariposa.
"¡Nube!" - gritó Catalina, emocionada.
El conejo, al escuchar su voz, se detuvo y miró hacia ella, moviendo sus orejas "¡Catalina!" - parecía decir. Y rápidamente, saltó hacia su dueña, quien lo abrazó con fuerza.
"Te encontré, mi pequeño travieso" - dijo Catalina, riendo y acariciando su suave pelaje.
Mientras tanto, los demás del pueblo llegaron, aplaudiendo y celebrando el reencuentro.
"¡Lo logramos!" - exclamó don Gabriel.
"Todos juntos somos más fuertes y siempre podemos contar los unos con los otros, ¿no?" - dijo la señorita Elena, mirando a los niños y a Catalina.
"Sí!" - gritaron todos juntos.
Al final del día, Catalina y Nube regresaron a casa, pero no antes de compartir un delicioso almuerzo en la plaza con todos los amigos de La Paloma. Esa tarde no solo encontraron a Nube, sino también el poder de la colaboración y la amistad en su querido pueblo. (Fin)
FIN.