La búsqueda de Paulita
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Paulita que tenía un dinosaurio de juguete muy especial. Lo había recibido de regalo en su cumpleaños y desde entonces se convirtió en su compañero inseparable.
Lo llevaba a todas partes y juntos vivían increíbles aventuras en su imaginación.
Un día, mientras jugaba en el parque con su dinosaurio, Paulita se distrajo por un momento y cuando quiso darse cuenta, ¡su dinosaurio había desaparecido! Buscó por todos lados, preguntó a sus amigos del parque e incluso pidió ayuda a los adultos, pero no lograba encontrarlo por ningún lado. Paulita estaba muy triste. Sin su dinosaurio se sentía sola y desanimada.
Pero en lugar de rendirse, decidió emprender la búsqueda más importante de su vida: encontrar a su querido amigo perdido. Así que armada con valentía y determinación, Paulita comenzó a recorrer el pueblo entero.
Registró cada rincón, miró debajo de cada banco y detrás de cada árbol. Pasaron horas y días buscando incansablemente, pero no encontraban ni rastro del dinosaurio.
Un día, mientras revisaba el patio trasero de la casa abandonada del vecino Don Gregorio, Paulita escuchó un débil sonido proveniente del sótano. Con cuidado abrió la puerta entreabierta y bajó las escaleras temblorosa pero decidida. - ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? -preguntó Paulita con voz temblorosa. - ¡Rawr! -se escuchó una voz familiar al final del pasillo oscuro.
Paulita corrió hacia la fuente del sonido y allí lo vio: ¡su dinosaurio estaba atrapado entre unas cajas viejas! - ¡Oh mi amigo! ¡Te encontré al fin! -exclamó Paulita emocionada mientras abrazaba a su querido juguete.
Con lágrimas de alegría en los ojos, subieron juntos las escaleras y salieron al patio donde Don Gregorio los esperaba sorprendido. - Gracias por devolverme a mi amigo perdido -dijo Paulita con gratitud sincera. Don Gregorio sonrió y le dijo: "No hay problema pequeña exploradora.
Me alegra ver tu determinación para encontrar lo que amas". Desde ese día, Paulita aprendió la importancia de nunca rendirse ante los obstáculos y siempre seguir adelante con valentía.
Y aunque ya no volvió a perder a su dinosaurio (porque ahora lo cuidaba como si fuera un tesoro), siempre recordaría esa aventura como una muestra de que con amor y perseverancia todo es posible.
FIN.