La búsqueda del equilibrio mágico



Había una vez una niña llamada Mariángeles, que era muy brillante y inteligente. Desde muy pequeña destacaba en todo lo que hacía, ya sea en la escuela o en sus actividades extracurriculares.

Siempre obtenía las mejores notas y ganaba todos los concursos a los que se presentaba. Mariángeles disfrutaba mucho de aprender cosas nuevas y siempre estaba buscando nuevos desafíos para superarse a sí misma.

Pero con el tiempo, empezó a sentir una gran presión sobre sus hombros. Sus padres, maestros y amigos esperaban mucho de ella debido a su inteligencia sobresaliente.

Un día, mientras Mariángeles estaba sentada en su habitación estudiando para un examen importante, comenzó a sentirse abrumada por la cantidad de información que tenía que memorizar. Se dio cuenta de que no podía seguir así, sintiendo constantemente la presión de ser perfecta. Entonces decidió tomar un descanso y salir al jardín trasero de su casa.

Allí encontró un viejo libro polvoriento en el cobertizo del jardín. Al abrirlo, descubrió un mundo mágico lleno de historias fantásticas. Mariángeles se sumergió en esas historias maravillosas y se dio cuenta de algo importante: la perfección no existía realmente.

Cada personaje tenía sus propios desafíos y debían aprender a enfrentarlos sin temor al fracaso. A medida que avanzaba en las páginas del libro, Mariángeles aprendió lecciones valiosas sobre la importancia del equilibrio en la vida.

Comprendió que vivir bajo constante presión solo la agotaba y no le permitía disfrutar de las cosas que amaba. Decidió aplicar esas lecciones en su vida diaria. Comenzó a establecer límites para sí misma, dedicando tiempo para jugar y relajarse sin sentirse culpable por ello.

Aprendió a aceptar sus errores y entender que el fracaso era solo una oportunidad para crecer y mejorar. Sus padres, al ver los cambios positivos en Mariángeles, también comenzaron a apoyarla en su nueva forma de vida.

Le recordaban constantemente que lo más importante era ser feliz y disfrutar del proceso de aprendizaje, más allá de cualquier resultado académico. Con el tiempo, Mariángeles dejó de preocuparse tanto por ser perfecta y se enfocó en vivir plenamente cada día.

Descubrió nuevas pasiones e intereses fuera del ámbito académico, como la música y el arte. Se dio cuenta de que había mucho más en la vida que simplemente cumplir con las expectativas de los demás.

Mariángeles continuó siendo una niña brillante e inteligente, pero ahora lo hacía desde un lugar de autenticidad y equilibrio. Aprendió a valorarse a sí misma por quien era realmente, sin necesidad de demostrar constantemente su valía a los demás.

Y así fue como Mariángeles encontró la verdadera felicidad: viviendo sin presiones innecesarias y abrazando todas las maravillas que la vida tenía para ofrecerle.

FIN.

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