La Búsqueda del Hombre Sin Cabeza



Había una vez un hombre llamado Nicolás, quien un día se despertó en una morgue sin su cabeza. Al principio, se sintió confundido y un poco asustado. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que, efectivamente, no tenía cabeza.

- ¡Ay, qué desastre! - exclamó Nicolás.

A lo lejos, escuchó unos pasos. Era su amigo, el detective Gato, que siempre estaba dispuesto a ayudar.

- Nicolás, ¿qué te pasó? - preguntó Gato, sorprendido al ver a su amigo sin cabeza.

- No lo sé, Gato. Solo recuerdo que estaba en el parque, luego en la casa de una heladería, y ahora... ¡mira esto! - Nicolás movió sus hombros sin poder hacer nada con su cuello.

- Tranquilo, no hay de qué preocuparse - dijo Gato, intentando aliviar la situación. - ¡Vamos a encontrar tu cabeza!

Los dos amigos comenzaron su búsqueda. Primero, decidieron ir al parque donde Nicolás había estado. Una vez allí, hablaron con sus amigos.

- ¿Alguien ha visto mi cabeza? - preguntó Nicolás.

- ¿Tu cabeza? ¿Cómo se ve? - dijo un pájaro curioso que pasaba volando.

- Bueno, tenía cabello largo y castaño, y un poco de bigote - explicó Nicolás.

Los pájaros, que eran muy chismosos, comenzaron a buscar por todas partes, pero nadie había visto la cabeza de Nicolás.

Luego, Gato tuvo otra idea.

- ¿Y si revisamos la heladería? - sugirió. - Tal vez la tuvieron allí.

Así que se dirigieron a la heladería donde Nicolás había estado. Al llegar, se encontraron con el heladero, un hombre amable llamado Don Toco.

- ¡Hola, Don Toco! - saludó Gato. - Nicolás ha perdido su cabeza y pensamos que podría estar aquí.

- Perdió su cabeza, ¿eh? - dijo Don Toco, frotándose la barbita de su mentón. - La gente suele dejar cosas extrañas en la heladería.

- ¿La ha visto? - preguntó Nicolás, ansioso.

- No, no he visto ninguna cabeza, pero quizás podrías preguntar a quienes han comido helado hoy - sugirió Don Toco.

Así que Nicolás y Gato empezaron a preguntar uno por uno a los clientes. Pero un niño se acercó y dijo:

- ¡Yo vi una cabeza rodando por la calle!

- ¿Dónde? - preguntó Gato emocionado.

- ¡Fue hacia el bosque de allá!

Sin perder tiempo, Nicolás y Gato se dirigieron al bosque, donde esperaban encontrar la cabeza de Nicolás.

Mientras caminaban, Gato notó que había algo extraño.

- Nicolás, ¿y si no encontramos tu cabeza? ¿Qué harías? - preguntó Gato, preocupado.

Nicolás pensó por un momento y sonrió.

- Creo que podría adaptarme. Tal vez encuentre otra cabeza a la que le gusten las aventuras como a mí.

- Eso suena genial... - dijo Gato, sonriendo. - Y si no encontramos tu cabeza, siempre habrán otras opciones.

Continuaron buscando entre los árboles y arbustos, y de repente, se encontraron con una gran piedra.

- ¡Mira, Nicolás! - exclamó Gato. - ¡Es la piedra más rara que he visto!

- ¿Rara? - preguntó Nicolás.

- Sí, parece que tiene forma de cabeza - respondió Gato, entusiasmado.

Los dos amigos comenzaron a reírse.

- Bueno, al menos me haría ver diferente - dijo Nicolás.

Y en ese instante, de entre los arbustos, apareció un grupo de animales del bosque. Eran un conejo, una ardilla y un búho, que miraban curiosos a Nicolás.

- ¡Hola! - dijo el conejo. - ¿Por qué no tienes cabeza?

- La perdí, pero no se preocupen. Estoy en una búsqueda muy emocionante para encontrarla.

La ardilla, con una gran sonrisa, se acercó y dijo:

- Si necesitas ayuda, ¡podemos ayudarte a encontrarla!

Con la ayuda de todos, comenzaron a buscar en todas partes. El búho subió al árbol y miró desde arriba.

- ¡Allá! - gritó el búho. - ¡Veo algo castaño en la colina!

Nicolás y Gato se apresuraron hacia allí, y efectivamente, estaba allí la cabeza de Nicolás, justo dentro de un pequeño arbusto.

- ¡Mi cabeza! - gritó Nicolás con alegría.

La cabeza salió del arbusto y se acomodó nuevamente en el cuerpo de Nicolás.

- ¡Qué alivio! - dijo Nicolás, tocándose la cabeza.

- ¡Lo hicimos juntos! - dijo Gato, muy feliz.

Desde ese día, Nicolás se sintió agradecido por sus amigos. Aprendió que, aunque a veces las cosas no salgan como uno espera, la amistad y la colaboración siempre hacen que todo sea mejor.

Y así, Nicolás siguió disfrutando de sus aventuras, sabiendo que podía contar con sus amigos, y que aunque algún día pudiera perder la cabeza (de forma figurativa, claro), siempre podría adaptarse a lo que viniera con un poco de ingenio y mucho humor.

FIN.

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