La Búsqueda del Propósito



Era un hermoso día de invierno y la nieve cubría todo como un suave manto blanco. Felipe, un niño de ocho años lleno de energía y curiosidad, estaba construyendo un muñeco de nieve en el jardín de su casa. Con cada bola de nieve que apilaba, su mente pensaba en cosas más profundas.

De repente, una pregunta lo golpeó como un copo de nieve cayendo de un árbol. "¿Cuál es mi propósito?" se preguntó Felipe mientras daba forma a la nariz de zanahoria del muñeco. La pregunta lo hizo detenerse. Miró a su alrededor y vio a su mamá, Carolina, tomando fotos de él con su celular.

"Mamá, ¿cuál es mi propósito?" - preguntó Felipe con los ojos grandes y llenos de curiosidad.

Carolina, sorprendida por la pregunta, dejó de tomar fotos y se rió suavemente. "Eso es algo que todos nos preguntamos en algún momento, Felipe. A veces, la respuesta no es fácil de encontrar. Pero podríamos buscarla juntos."

"¡Sí!" - exclamó Felipe emocionado, dejando de lado la nieve para unirse a su mamá. Juntos, comenzaron su búsqueda hacia un lugar que nunca habían explorado antes: el bosque cercano, que se veía especialmente mágico cubierto de nieve.

Caminaron por un sendero cubierto de nieve, donde los árboles estaban adornados con copos blancos que brillaban al sol. Durante el trayecto, se encontraron con varios animales: un ciervo curioso que los miraba desde atrás de un arbusto, un grupo de pájaros que picoteaban las migas sobre la nieve, y hasta vieron unas huellas de conejo que llevaban a un pequeño agujero en un árbol.

"¿Qué crees que le da propósito a esos animales, mamá?" - preguntó Felipe mientras observaba al ciervo.

"Supongo que su propósito es sobrevivir, encontrar comida y cuidar a sus familias. Cada ser vivo tiene su rol en la naturaleza. Quizás tú también deberías pensar en lo que te gusta hacer y cómo puedes ayudar a los demás", - respondió Carolina mientras acariciaba su cabeza.

Continuaron caminando y, un poco más adelante, se encontraron con una anciana que vivía sola en una cabaña. La mujer, de nombre Elvira, estaba sentada en su porche tejiendo. Al ver a Felipe y Carolina, sonrió y les ofreció una taza de chocolate caliente.

"¡Gracias!" - dijo Felipe emocionado mientras disfrutaba de la bebida caliente.

"¿Qué los trae aquí, chicos?" - preguntó Elvira.

"Estamos buscando un propósito," - respondió Carolina.

Se sorprendieron al escuchar a la anciana reír. "¿Saben? El propósito a menudo está en las pequeñas cosas, en lo que nos hace felices. A veces está en ayudar a los demás o en hacer algo que amamos. ¿Les gusta jugar en la nieve?"

"¡Sí!" - dijo Felipe, recordando la diversión que había tenido con su muñeco de nieve.

"Entonces quizás tu propósito, querido niño, sea hacer felices a los demás con tu alegría y tu creatividad. Puedes inspirar a otros solo con ser tú mismo y compartir lo que amas."

Felipe pensó en lo que había dicho Elvira, sintiéndose cada vez más iluminado por sus palabras. Después de despedirse de la anciana, continuaron su camino de regreso a casa, pero esta vez Felipe estaba lleno de energía.

"¿Y si mi propósito es hacer reír a la gente y jugar con ellos?" - dijo Felipe con una enorme sonrisa.

"Eso suena maravilloso, Felipe. Ser feliz y hacer feliz a los demás es un propósito muy especial."

Al llegar a casa, Felipe no solo había encontrado una respuesta, sino que decidió organizar un concurso de muñecos de nieve para sus amigos en el barrio. Así, ese día nevado se convirtió en una celebración de alegría, amistad y risas. Los niños se reunieron y, entre juegos, risas y competencia, Felipe fue el primero en reconocer que su propósito era hacer de cada día un momento especial.

Mientras la noche caía, Felipe se miró al espejo y dijo: "¡Hoy entendí que mi propósito es hacer feliz a los demás y disfrutar de cada momento!"

FIN.

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