La búsqueda del tesoro de la generosidad
Había una vez, en un lejano reino llamado Fantasía, un castillo encantado que se encontraba en medio de un hermoso bosque.
En ese castillo vivía un hada muy especial llamada Lucía, cuyo mayor deseo era hacer felices a todos los habitantes del reino. Un día, mientras volaba por el bosque, Lucía escuchó unos ruidos extraños provenientes de una cueva.
Decidió acercarse con cautela y descubrió que era un duende llamado Mateo quien estaba atrapado bajo una pila de rocas. Sin dudarlo ni un segundo, el hada utilizó su magia para liberar al duende. - ¡Gracias por salvarme! - exclamó Mateo emocionado. - No hay de qué, amigo duende.
¿Qué te trae por aquí? - preguntó curiosa Lucía. Mateo explicó que había perdido su camino y terminó en el bosque buscando oro para ayudar a su familia en la aldea donde vivían los duendes.
Lucía sonrió y dijo: - Si buscas oro, puedo llevarte a la guarida del dragón Doroteo. Seguro él tiene mucho oro guardado allí. Mateo se mostró entusiasmado pero también temeroso ante la idea de enfrentarse a un dragón.
Sin embargo, confiaba plenamente en las habilidades mágicas del hada Lucía y aceptó acompañarla hasta la guarida del dragón. Juntos emprendieron el viaje hacia lo más profundo del bosque encantado hasta llegar al imponente hogar de Doroteo.
Al entrar a la cueva oscura y húmeda, fueron recibidos por el dragón con una voz profunda y amigable. - ¡Bienvenidos! ¿En qué puedo ayudarles? - preguntó el dragón Doroteo. Lucía explicó la situación de Mateo y cómo necesitaba oro para su familia.
El dragón, sorprendido por la nobleza del duende, decidió ayudarlo sin dudarlo. - Tengo mucho oro guardado aquí, pero estoy dispuesto a compartirlo contigo siempre y cuando prometas utilizarlo sabiamente - dijo Doroteo con una sonrisa en su rostro escamoso. Mateo asintió emocionado mientras Lucía miraba orgullosa a ambos personajes.
Juntos se adentraron en la cueva y descubrieron un tesoro brillante que deslumbraba sus ojos. El duende llenó su pequeña bolsa con todo el oro que podía cargar, mientras Lucía le recordaba la importancia de compartir y ayudar a otros.
Con el corazón lleno de gratitud, Mateo regresó a su aldea donde compartió el oro con todos los duendes necesitados. Gracias a su generosidad, pudieron mejorar sus hogares e incluso construyeron una escuela para aprender nuevas habilidades.
La historia de Mateo se volvió famosa en Fantasía, inspirando a todos los habitantes del reino a ser más generosos y solidarios entre sí.
El hada Lucía continuó velando por la felicidad de todos desde su castillo encantado, siempre dispuesta a ayudar cuando alguien lo necesitara.
Y así fue como un encuentro inesperado entre un hada mágica, un duende valiente y un dragón amigable, enseñaron al reino de Fantasía que el verdadero tesoro no se encuentra en oro, sino en la generosidad y la alegría de compartir con los demás.
FIN.