La Búsqueda del Tesoro de Susana Beatriz Alonso
Era una tarde de primavera en el barrio Gutiérrez, donde Susana Beatriz Alonso estaba sentada en el viejo porche de su casa, mirando cómo las hojas de los árboles brillaban al sol. Aunque Susana era una niña muy curiosa y llena de energía, su día había estado un poco aburrido. Sin embargo, todo cambió cuando su abuela, la señora Eulalia, decidió visitarla.
"Hola, mi pequeña Susana, ¿cómo estás?", dijo Eulalia con una sonrisa.
"Hola, abuela. Estoy un poco aburrida. No sé qué hacer", respondió Susana, mirando el suelo con desánimo.
Eulalia se acomodó en la silla al lado de Susana y, tras un suspiro, le dijo:
"¿Sabías que en nuestra familia hay una leyenda sobre un tesoro escondido? ¡Tu bisabuelo solía hablar de ello!"
Los ojos de Susana se iluminaron al oír la palabra —"tesoro" .
"¿Un tesoro? ¿Dónde está?", preguntó emocionada.
"Se dice que está escondido en algún lugar del barrio Gutiérrez. Pero solo aquellos que tengan un corazón valiente y un gran sentido de la aventura podrán encontrarlo. ¡Quizás podrías intentar buscarlo!"
Susana, sintiéndose llena de energía y valentía, se levantó de un salto.
"¡Sí, abuela! ¡Voy a encontrarlo!"
Así que Susana se puso a pensar. Necesitaba un mapa. Recordó que en el desván de su casa había una antigua caja llena de cosas que pertenecieron a su bisabuelo. Se subió a una escalera y, tras buscar un poco, encontró la caja llena de polvo.
"¡Mirá todo esto, abuela!", exclamó, mientras sacaba varios objetos intrigantes: monedas antiguas, un reloj de bolsillo y un libro muy viejo.
"Ese libro parece un diario de tu bisabuelo. Podría tener pistas para encontrar el tesoro", sugirió Eulalia.
Susana abrió el diario y comenzó a leer en voz alta:
"El tesoro está donde el sol se esconde, bajo el árbol que danza con el viento, custodiado por las risas de los niños y los sueños de los grandes..."
"¿Qué querrá decir?", se preguntó Susana, rascándose la cabeza.
"Creo que se refiere al parque del barrio, donde hay un viejo árbol que siempre se mueve con el viento”, dijo su abuela.
"¡Vamos, abuela!", gritó Susana, y juntas se dirigieron al parque.
Una vez allí, encontraron al viejo árbol que parecía estar bailando. Susana palpó la corteza del árbol, buscando algún tipo de escondite. Luego, se dio cuenta de que había un pequeño hueco en la base del tronco.
"¡Mira, abuela! Aquí hay algo", dijo emocionada. Cuando metió su mano en el hueco, sacó una pequeña caja de metal.
"¡Genial! ¡Abrila!", animó Eulalia.
Con manos temblorosas, Susana abrió la caja y encontró un mapa y una nota que decía:
"Querido aventurero, el verdadero tesoro no son las riquezas materiales. El verdadero tesoro es la amistad, la familia y las aventuras que compartimos. Sigue cuidando a tu barrio y a tus seres queridos. ¡Ese es el verdadero tesoro que siempre debes buscar!"
"Abuela, ¿será cierto?", preguntó Susana, un poco decepcionada, pero también comprendiendo poco a poco el mensaje.
"Sí, querida. A veces buscamos cosas materiales, pero lo que realmente vale son las experiencias. ¿Te imaginas cuántas aventuras hemos tenido juntas?", dijo Eulalia, abrazando a Susana.
Susana sonrió, entendiendo la lección. Juntas, regresaron a casa, creando un nuevo mapa con los lugares donde habían tenido aventuras, prometiendo volver a explorarlos.
Desde ese día, Susana compartió su nueva filosofía con sus amigos y todos comenzaron a buscar su propio —"tesoro" : la aventura, la risa y el tiempo juntos. El verdadero tesoro no era sólo oro o joyas, sino los momentos que pasaron juntos, los recuerdos que crearon y la amistad que los unía.
Con el correr de los días, el barrio Gutiérrez se llenó de la risa de niños que estaban descubriendo su propio tesoro y recordando que cada día podía ser una nueva aventura. Y así, Susana Beatriz Alonso aprendió que el viaje y el amor por los amigos y la familia eran el más valioso de los tesoros.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.