La búsqueda del tesoro en el bosque dorado



Había una vez en la hermosa ciudad de Quito, Ecuador, seis amigos muy especiales: Sofía, Mateo, Isabella, Juan, Valentina y Andrés. Todos ellos eran muy respetuosos, amables y estaban orgullosos de su cultura ecuatoriana.

Un día soleado, los seis amigos decidieron ir juntos a explorar el bosque cercano a su ciudad.

Mientras caminaban entre los árboles frondosos y escuchaban el canto de los pájaros, se encontraron con un anciano sabio que les dijo: "Amigos míos, para llegar al tesoro escondido en lo más profundo del bosque, deberán superar tres desafíos que pondrán a prueba su respeto y amabilidad". Los seis amigos aceptaron el desafío con entusiasmo y se adentraron en el bosque siguiendo las indicaciones del anciano sabio.

El primer desafío consistía en ayudar a una familia de pajaritos a construir un nido seguro para sus crías. Con mucho cuidado y paciencia, cada uno de los amigos colaboró reagarrando ramitas y hojas para construir el nido.

"¡Vamos chicos! ¡Trabajemos juntos para que los pajaritos estén seguros!", exclamó Valentina mientras todos se esforzaban por completar la tarea.

Una vez superado el primer desafío con éxito, el anciano sabio les indicó que el siguiente reto sería encontrar una planta mágica que solo crecía en lo alto de un árbol gigante. Sin dudarlo ni un segundo, los seis amigos empezaron a buscar la planta trepando por las ramas del árbol con habilidad y cooperación.

"¡Cuidado Juan! ¡Te paso la planta para que la guardes con cuidado!", gritó Isabella desde arriba mientras pasaba la planta mágica al siguiente amigo. Finalmente lograron encontrar la planta mágica y continuaron su camino hacia el tercer desafío.

El anciano sabio les explicó que este último reto consistía en regar una semilla especial con agua pura de un manantial sagrado custodiado por hadas bondadosas.

Los seis amigos siguieron las indicaciones del anciano sabio hasta llegar al manantial sagrado donde las hadas les entregaron el agua pura. Con mucha alegría regaron la semilla especial y vieron maravillados cómo crecía rápidamente convirtiéndose en un árbol lleno de frutos dorados brillantes.

Al ver esto, el anciano sabio sonrió satisfecho y les dijo: "Han demostrado ser verdaderamente respetuosos y amables trabajando juntos para superar estos desafíos. Como recompensa por su valentía y solidaridad les entrego este tesoro dorado como símbolo de amistad eterna".

Los seis amigos celebraron felices su victoria compartiendo los frutos dorados entre ellos mientras regresaban a casa recordando siempre la importancia del respeto, la amabilidad y trabajar en equipo. Y así terminó esta gran aventura llena de enseñanzas valiosas para estos increíbles amigos ecuatorianos.

FIN.

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