La búsqueda en los árboles mágicos



Los hermanos Bianki y Dante eran dos niños aventureros que siempre estaban buscando nuevas experiencias. Un día decidieron salir a pasear en bicicleta por la plaza, aprovechando el hermoso clima de primavera.

Llevaron consigo una pelota para jugar y disfrutar al aire libre. Mientras pedaleaban por la plaza, se dieron cuenta de un grupo de árboles gigantes cerca de un estanque lleno de ranas croando alegremente. Fascinados por el lugar, decidieron detenerse un momento para explorar.

Estacionaron sus bicicletas y comenzaron a jugar con la pelota. El juego estaba en su punto más emocionante cuando, sin quererlo, uno de los lanzamientos fue demasiado fuerte y la pelota voló hacia los árboles.

Los hermanos Bianki y Dante corrieron tras ella, pero pronto se dieron cuenta de que había desaparecido entre las ramas frondosas. - ¡Oh no! ¡La pelota se perdió! -exclamó Bianki preocupado. - No te preocupes, encontraremos una forma de recuperarla -dijo Dante con determinación.

Ambos hermanos miraron alrededor en busca de alguna solución. Fue entonces cuando notaron que las ranas del estanque habían dejado de croar y las miraban curiosamente desde sus lirios acuáticos. - Tal vez puedan ayudarnos -sugirió Bianki emocionado-.

Las ranas viven en estos árboles, seguro conocen algún camino secreto para llegar hasta allí arriba. Sin pensarlo dos veces, los hermanos se acercaron al estanque y comenzaron a hablar con las ranas. - Hola, amigas ranitas.

¿Podrían ayudarnos a encontrar nuestra pelota? Se perdió entre los árboles -dijo Dante con voz suave. Las ranas se miraron entre sí y luego una de ellas, la más grande y sabia, saltó hacia ellos.

- Claro que podemos ayudarlos, pero necesitarán seguirnos hasta el otro lado del estanque. Allí podrán subir por un camino secreto que solo nosotros conocemos -explicó la rana.

Emocionados por la propuesta, los hermanos Bianki y Dante siguieron a las ranas hasta el otro lado del estanque. Descubrieron un pequeño sendero oculto entre los juncos y empezaron a trepar por él siguiendo el croar de las ranas.

Después de una emocionante escalada, llegaron a lo alto de los árboles donde encontraron su preciada pelota atrapada en una rama alta. Con mucho cuidado, Bianki logró rescatarla usando un palo largo que encontró cerca. Los hermanos celebraban su éxito cuando escucharon un estruendo detrás de ellos.

Al darse vuelta, vieron cómo las ramas se movían inquietantes y apareció un simpático mono colgado boca abajo frente a ellos. - ¡Hola! Soy Monocho y me encanta jugar con pelotas. ¿Puedo unirme a ustedes? -preguntó el mono entusiasmado. Bianki y Dante sonrieron felices ante esta sorpresa inesperada.

Jugaron todos juntos durante horas bajo la sombra de los árboles gigantes, disfrutando de un día lleno de diversión y nuevas amistades.

Finalmente, cuando el sol comenzó a esconderse en el horizonte, los hermanos Bianki y Dante se despidieron del mono y las ranas con gratitud en sus corazones. - ¡Gracias por ayudarnos a encontrar nuestra pelota! Nunca olvidaremos este día tan especial -dijo Bianki emocionado. - De nada, chicos. Fue un placer conocerlos.

Recuerden que siempre hay amigos dispuestos a ayudar cuando más lo necesiten -respondió la rana sabia antes de que los hermanos montaran en sus bicicletas para regresar a casa.

Mientras pedaleaban felices hacia casa, Bianki y Dante compartieron su aventura con entusiasmo, sabiendo que habían aprendido una valiosa lección: la importancia de pedir ayuda cuando se necesita y la alegría de hacer nuevos amigos en el camino.

FIN.

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