La búsqueda incansable de Marta


Había una vez una mamá llamada Marta, que vivía en un pequeño pueblo junto a sus dos hijos, Lucía y Juan.

Marta amaba a sus hijos más que a nada en el mundo y siempre estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para protegerlos y asegurarse de que fueran felices. Un día, algo terrible sucedió. El papá de Lucía y Juan decidió terminar su relación con Marta y marcharse lejos de ellos.

Esto hizo muy triste a la mamá, pero sabía que tenía que seguir adelante por el bienestar de sus hijos. Sin embargo, las cosas se pusieron aún peor cuando un día soleado decidieron ir al río para refrescarse.

Sin darse cuenta del peligro, los niños se adentraron demasiado en el agua y fueron arrastrados por la corriente. Marta no pudo evitarlo y vio horrorizada cómo sus dos tesoros desaparecían bajo las aguas turbulentas.

Desesperada y llena de arrepentimiento por no haber sido lo suficientemente cuidadosa, Marta lloró durante días enteros sin poder encontrar consuelo. Pero después de diez largos días de dolor insoportable, sintió una chispa de esperanza dentro de ella.

Una noche, mientras miraba las estrellas desde su ventana abierta, escuchó una voz muy débil llamándola desde afuera: "Mamá... ¡mamá!" Era la voz familiar e inconfundible de Lucía. No podía creerlo; parecía un sueño hecho realidad.

Marta salió corriendo hacia el lugar donde provenía la voz y allí encontró a Lucía, empapada y temblorosa, pero a salvo. Lucía le contó que ella y Juan habían sido arrastrados por la corriente hasta una pequeña isla en medio del río.

Afortunadamente, lograron sobrevivir gracias a su ingenio y valentía. Llena de alegría y esperanza renovada, Marta decidió buscar incansablemente a Juan. Sabía que si había encontrado a Lucía, también podría encontrar a su hijo perdido.

Durante las noches siguientes, Marta recorría el pueblo buscando pistas sobre el paradero de Juan. Hablaba con todos los vecinos y mostraba una fotografía de su hijo para que alguien lo reconociera.

Un día, mientras estaba entregando volantes en la plaza del pueblo, un señor mayor se acercó a ella y dijo: "Señora Marta, creo haber visto al niño que busca". Marta sintió cómo la emoción recorría todo su cuerpo; finalmente había encontrado una pista. Siguiendo las indicaciones del hombre, Marta llegó hasta un pequeño bosque cercano al río.

Allí encontró a Juan escondido entre los árboles. Estaba asustado y desorientado después de tantos días perdido. Marta abrazó fuertemente a sus dos hijos mientras lágrimas de felicidad caían por sus mejillas.

Les prometió nunca más separarse y estar siempre juntos como una familia. Desde aquel día, Marta aprendió muchas lecciones importantes.

Aprendió que el amor de una madre es inquebrantable e infinito; aprendió que hay momentos difíciles en la vida pero siempre hay esperanza; aprendió que debemos ser cuidadosos y responsables en todo lo que hacemos. Y así, Marta, Lucía y Juan vivieron felices el resto de sus días.

Aprendieron a valorar cada momento juntos y a nunca dar por sentado el amor y la protección que se tenían mutuamente. Y aunque había pasado por momentos difíciles, Marta supo que siempre habría una luz al final del camino si tenía fe y perseverancia.

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