La cabaña de las cuatro amigas



Había una vez en un pequeño pueblo al pie de la montaña, un grupo de amigas muy unidas: Sofía, Valentina, Martina y Lucía. Les encantaba pasar tiempo juntas y siempre estaban buscando nuevas aventuras para vivir.

Una tarde de verano, decidieron que sería genial construir una cabaña en el monte, un lugar donde pudieran escapar del bullicio de la ciudad y disfrutar de la naturaleza.

Así que se pusieron manos a la obra y planearon su excursión para el fin de semana. El sábado por la mañana, las cuatro amigas se encontraron en la entrada del sendero que las llevaría hasta el lugar donde construirían su cabaña.

Llevaban mochilas con herramientas, comida y mucha energía para trabajar juntas. -¡Qué emoción! ¡Vamos a tener nuestra propia cabaña en medio del bosque! -exclamó Valentina con entusiasmo. -¡Sí! Va a ser increíble poder desconectar de todo y disfrutar de la naturaleza -agregó Martina sonriendo.

Durante el camino, recogieron ramas secas, hojas y piedras para utilizar en la construcción. Cuando llegaron al claro que habían elegido para levantar su cabaña, se pusieron manos a la obra. Entre risas y canciones, comenzaron a armar las paredes con las ramas más grandes.

Sofía era muy organizada y les indicaba cómo colocar cada pieza para que quedara firme. Lucía tenía mucha fuerza y se encargaba de levantar los troncos más pesados.

Valentina era creativa y decoraba los techos con hojas secas mientras Martina preparaba unas ricas galletitas caseras para compartir entre todas. Con esfuerzo y trabajo en equipo, poco a poco fueron viendo cómo su cabaña tomaba forma.

El sol comenzó a ponerse en el horizonte cuando finalmente terminaron su refugio en medio del bosque. -¡Lo logramos chicas! ¡Tenemos nuestra propia cabaña! -gritó emocionada Lucía mientras abrazaba a sus amigas.

Se sentaron alrededor de una fogata improvisada fuera de la cabaña y compartieron historias, risas y sueños bajo las estrellas. Estaban felices de haber logrado algo tan especial trabajando juntas como un verdadero equipo. Al día siguiente, regresaron al pueblo con los corazones llenos de alegría por lo vivido durante ese fin de semana inolvidable.

La experiencia no solo fortaleció su amistad sino que también les enseñó lo importante que es trabajar en equipo y nunca rendirse ante los desafíos.

Desde entonces, cada vez que necesitaban desconectar del mundo exterior o enfrentar algún reto juntas recordaban aquel hermoso momento en el monte donde construyeron su propia cabaña; un símbolo eterno de su amistad indestructible.

FIN.

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