La Cabana de las Emociones
En un bosque frondoso, lleno de árboles altos y suaves susurros del viento, había una cabaña mágica en la que vivían animales con emociones muy particulares. En esta cabaña, tenía hogar la ardilla Risitas, el oso Gruñón, la tortuga Paseadora y el pajarito Nervioso. Cada día, las características de estos animales les traían aventuras inesperadas y, a veces, un poco de tumulto.
Un día, un grupo de niños, los pequeños del pueblo cercano, decidió ir a explorar el bosque. Sin embargo, en lugar de aventurarse de manera amistosa, comenzaron a burlarse de los animales. "¡Mirá al oso! Siempre está enojado, ¡ni se le ocurra reír!" - exclamó uno de los niños, señalando a Gruñón que estaba sentado con los brazos cruzados.
El oso, molesto por el comentario, respondió en voz alta: "¡Yo no estoy enojado! Solo tengo cara de oso. A veces uno necesita tiempo para relajarse."
Los niños se rieron. "¡Qué aburrido!", dijo una niña que siempre quería ser la más divertida del grupo.
Sin embargo, Risitas, la ardilla, decidió que era un buen momento para actuar y los invitó a jugar: "¡Vamos! Les propondré un juego. ¿Quieren conocer nuestras emociones?"
Un poco confundidos, los niños aceptaron. Así que comenzaron un juego llamado "Imita una emoción", donde cada uno debía intentar imitar lo que hacían los animales. Por ejemplo, cuando un niño intentó imitar a Gruñón, frunció el ceño tanto que su rostro se quedó así.
"¡Mirá! ¡Me salió re bien!" - dijo uno, provocando carcajadas de los demás. Pero lo que no se esperaban era que uno de ellos empezara a expresar sentimientos. La niña que siempre quería ser la mejor, intentó hacer la imitación de la tortuga. "¡Miren cómo camino despacito! ¡Soy una tortuga! ¡Y me aburro!"
Los otros niños pronto se dieron cuenta de que la imitación de la tortuga no era para nada divertida. "¡Esto es un embole!" - protestó otro niño y, justo en ese instante, Paseadora decidió que era el momento de hablar.
"A veces la gente es más rápida que las emociones, pero las emociones son importantes. ¿Por qué no intentan entenderlas?" - dijo la tortuga en voz suave.
Los niños quedaron en silencio, sorprendidos por la sabiduría de la tortuga. Luego uno de ellos, un niño amable llamado Juan, propuso un nuevo juego: "¿Y si hacemos una danza de las emociones? Cada uno de nosotros puede mostrar cómo se siente y los demás lo imitarán. ¡Así podemos aprender!"
Los animales, aunque desconcertados al principio, decidieron participar. La cabaña se llenó de risas. Gruñón, a pesar de su rostro serio, se puso una máscara graciosa que encontró entre las cosas de la cabaña, mientras Risitas se lanzaba por un tobogán de hojas.
El pajarito Nervioso, aunque inquieto, comenzó a saltar de una pata a otra, intentando sonar como un tambor, haciendo que todos rieran a carcajadas. Las emociones pronto se convirtieron en un torbellino de risas, y los niños comenzaron a apreciar la diversidad de las emociones.
Finalmente, todos se pusieron a bailar de forma única. Al terminar, sudorosos y agotados, los niños notaron que compartir y entender lo que los demás sentían era mucho más divertido que burlarse de sus diferencias.
Cuando el sol comenzó a bajar, llenando el bosque de una luz dorada, uno de los niños, ahora más amable, dijo: "Debemos volver pronto. No sabía que los animales podían ser tan chistosos. ¡Nunca más me reiré de ellos!"
Los animales, emocionados, sonrieron, mientras Risitas gritó: "¡Feliz día de la emoción!"
Y así, los niños aprendieron que cada uno tiene su propia forma de sentir, pero lo más importante es compartir esas emociones. Y como colofón de la historia, aun en la distancia, una ardilla chismosa reveló a ova cabaña que podía levantar el ánimo incluso del oso Gruñón, convirtiéndolo en el mas divertido del barrio.
Y, a partir de ese día, nunca más hubo niños burlándose de los animales en el bosque. Más bien, hubo historias compartidas de risa, baile y amistad en aquel mágico lugar. Desde entonces, cada vez que alguien intentaba hacer muecas o burlarse, el único conocido se les ocurría una respuesta divertida y cómica, como: "¡Pasemos al baile de las emociones!"
FIN.