La Cabaña de los Sueños
Era un día brillante en el pequeño pueblo de Solbrillante. Dos jóvenes, Ana y Leo, se habían conocido a través de la magia de internet y, tras meses de mensajes llenos de risas y sueños, decidieron que era hora de dar un paso más en su relación virtual. Ambos estaban muy emocionados porque pronto se reunirían en persona por primera vez.
"Leo, no puedo esperar a que llegue el día de conocernos en persona. He soñado con este momento", dijo Ana con voz temblorosa de emoción.
"Yo también, Ana. Tengo tantas ganas de abrazarte y mostrarte el lugar donde imagino que viviremos juntos en un futuro... ¡una cabaña hermosa en el bosque!", respondió Leo con una sonrisa ancha.
Ana, que siempre había amado la naturaleza, se imaginaba cómo sería aquella cabaña, rodeada de árboles, llena de flores y con vistas al lago.
Días después, llegó el esperado encuentro. Ana vestía un vestido azul que le hacía brillar como el cielo, y Leo la recibió con un ramo de flores silvestres.
"¡Qué hermoso te ves!", exclamó Leo.
"¡Gracias! Estas flores son muy lindas, pero no tanto como tú", respondió Ana, sonrojándose.
Juntos decidieron llevar a cabo una aventura en el bosque. Mientras caminaban, comenzaron a hablar sobre el futuro.
"¿Y si comenzamos a hacer planes para la cabaña?", sugirió Ana.
"¡SÍ! Pero primero, necesitamos encontrar un lugar mágico donde construirla", dijo Leo con un brillo en los ojos.
Juntos se adentraron más y más en el bosque. Después de un largo rato de caminar, llegaron a un claro donde la luz del sol brillaba intensamente y un arroyo cantarín pasaba cerca.
"Este es el lugar perfecto", dijo Ana, mirando alrededor encantada.
"Sí, aquí podemos construir nuestro hogar. ¡Imagínate! Tendremos un jardín lleno de flores, un lugar para hacer picnics y un árbol enorme para colgar un hamaca", agregó Leo emocionado.
Sin embargo, la felicidad de los dos jóvenes pronto se vio amenazada cuando de repente apareció un travieso duende que guardaba aquel lugar mágico.
"¡Alto ahí!", gritó el duende.
"¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí?"
Ana y Leo se miraron confundidos, pero decidieron ser honestos.
"Somos Ana y Leo, y venimos en busca de un lugar donde construir nuestra cabaña de sueños", explicó Ana respetuosamente.
"¡Oh, sí! Pero no es tan fácil. Necesitan demostrarme que son dignos y comparten su amor de la manera más pura. Para hacerlo, deberán completar tres desafíos", anunció el duende, cruzándose de brazos.
Los jóvenes aceptaron sin dudar, dispuestos a demostrar su amor. El primer desafío consistía en buscar la flor más hermosa del bosque y regalarla al otro.
"Vamos, Leo, la belleza de la flor tiene que compararse con la belleza de nuestro amor", dijo Ana.
Luego de mucho buscar, encontraron una flor de todos los colores del arcoíris en un rincón especial. Se la regalaron el uno al otro, y el duende sonrió.
"¡Bien hecho! El segundo desafío es que deben construir una pequeña cabaña de ramas y hojas para unos pájaros que han perdido su casa", explicó el duende.
Con esfuerzo y mucha creatividad, Ana y Leo construyeron una hermosa cabaña para los pájaros, consta de ramitas entrelazadas y un techo de hojas.
"¡Han hecho un gran trabajo!", elogiaba el duende.
"El último desafío será el más importante de todos. Deben demostrarme que se apoyan mutuamente en sus sueños", concluyó el duende.
Ana y Leo se miraron y decidieron que el mejor plan era ayudar a los demás. Así que se pasaron la tarde ayudando a un grupo de animales que habían quedado atrapados en unas trampas. La alegría en sus corazones se reflejaba en sus sonrisas.
Al final del día, volvieron al claro, agotados pero felices.
"Han demostrado lo que es el amor puro y verdadero", dijo el duende, sonriendo ampliamente.
"Ahora sí, este lugar es todo suyo. Pueden construir su cabaña de sueños aquí".
Ana y Leo abrazaron al duende, agradeciéndole por la oportunidad y prometiendo cuidar el bosque.
Con el tiempo, construyeron su cabaña en el claro, donde se llenó de amor, risas y sueños. Allí, vivieron felices, recordando siempre los desafíos y lo que habían aprendido sobre el amor verdadero. Y cada vez que miraban al cielo y veían las flores, recordaban que su historia había comenzado con una simple conexión virtual.
Y así, Ana y Leo vivieron felices, compartiendo su amor y cuidando la naturaleza que tanto habían amado.
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FIN.