La cabaña divertida
En un pequeño pueblo de Argentina, entre los árboles y el canto de los pájaros, se encontraba una misteriosa cabaña. Sus paredes estaban llenas de colores y una pequeña bandera ondeaba en la puerta. Todos los chicos del pueblo la llamaban "La cabaña divertida". Pero, ¿qué la hacía tan especial? Nadie lo sabía con certeza, ya que la cabaña había estado cerrada durante años.
Un día, un grupo de amigos, Lucía, Mateo, Valentina y Tomás, decidieron investigar.
"¿Por qué no entramos a ver qué hay adentro?" - propuso Lucía con los ojos brillantes de emoción.
"¡Sí! ¡Puede haber tesoros escondidos!" - respondió Mateo, saltando de alegría.
"O tal vez un monstruo..." - dijo Valentina, un poco asustada.
"No seas miedosa. Yo me encargo de los monstruos" - dijo Tomás tratando de ser valiente.
Con un empujoncito, la vieja puerta se abrió chirriando, revelando un lugar lleno de sorpresas. La cabaña estaba decorada con dibujos creativos en las paredes, muebles coloridos y juguetes por doquier.
"¡Miren esto!" - gritó Mateo mientras señalaba una caja llena de disfraces. "Podemos jugar a ser cualquier cosa que queramos."
Los amigos se pusieron los disfraces y comenzaron a jugar a ser piratas, astronautas y princesas.
"¡Aventureros de la cabaña divertida!" - gritó Lucía mientras se colgaba de una soga de una de las vigas.
De repente, escucharon una risa detrás de ellos. Al darse vuelta, vieron a una anciana con una gran sonrisa en el rostro.
"Hola, chicos. Soy la dueña de la cabaña. Al parecer, han encontrado mi tesoro más preciado" - dijo la anciana.
"¿Su tesoro?" - preguntó Valentina, confundida.
"Sí, la diversión y la imaginación son los mayores tesoros que podemos encontrar. Esta cabaña estaba cerrada porque antes los niños dejaban de jugar y no venían más" - explicó la anciana.
Los niños se miraron entre sí, sintiendo un peso en sus corazones.
"No podemos dejar que eso pase" - dijo Tomás. "Debemos mostrarles a todos que la diversión es importante para todos."
La anciana sonrió. "Exactamente. ¿Quieren ayudarme a abrir la cabaña nuevamente y hacerla un lugar especial para todos los chicos del pueblo?"
Los amigos asintieron emocionados y comenzaron a organizar actividades para que todos los niños del pueblo vinieran a jugar. Hicieron carteles coloridos, invitaron a sus compañeros de clase y se prepararon para la gran apertura de "La cabaña divertida".
"¡No puedo esperar a que todos vengan!" - exclamó Valentina.
"¡Va a ser la mejor fiesta del mundo!" - añadió Mateo.
El día de la apertura llegó y la cabaña estaba llena de risas y sonidos de juegos. Los chicos se disfrazaban, jugaban a la pelota, hacían arte y exploraban. La anciana observaba sonriente desde un rincón.
Al final del día, todos se sentaron alrededor de una fogata improvisada.
"Gracias, amigos, por traer de vuelta la diversión a esta cabaña" - dijo la anciana.
"Pero la diversión nunca se fue, solo estaba esperando por nosotros" - agregó Lucía.
Desde ese momento, La cabaña divertida se convirtió en un lugar mágico donde los chicos del pueblo se reunían para jugar y crear recuerdos. Y así, los amigos aprendieron que los verdaderos tesoros son la diversión, la amistad y la imaginación, y que siempre hay espacio para un poco de aventura en sus vidas.
Y así termina la historia de la cabaña divertida, un lugar donde la risa y la creatividad prosperaban, recordándoles a todos que, sin importar la edad, nunca se debe dejar de jugar.
FIN.