La Cabeza de Colores



Había una vez un niño llamado Tomás que tenía el pelo de colores. Su cabello brillaba con tonos de azul, rojo, amarillo y verde, pero a pesar de lo extraordinario de su cabello, Tomás se sentía muy envidioso de los demás niños en su escuela.

"¿Por qué no puedo tener el pelo como los demás?" - se quejaba a menudo a su mamá. "Ellos tienen colores normales. Yo solo quiero parecerme a ellos."

Un día, Tomás se miró en el espejo y vio cómo un pelo de su coronilla se puso brillante y verde. En un instante, todos sus otros pelos empezaron a volverse verdes también.

"Mamá, ¡mirá!" - gritó Tomás emocionado. "Me he convertido en un árbol de Navidad. Esto no es lo que quería."

Su madre se rió y le respondió:

"Tomás, cada color es especial. Tu cabello único te hace diferente y especial, como un arcoíris."

Pero a Tomás no le convencía. Un día, decidido a cambiar sus colores, fue a la peluquería del barrio. Allí conoció a una peluquera llamada Clara.

"Hola, niño.¿Qué puedo hacer por vos?" - le preguntó Clara con una sonrisa.

"Quiero cortarme el pelo y teñírmelo de un color normal, como el de mis amigos. Ya estoy cansado de ser diferente." - dijo Tomás, con un tono de tristeza en su voz.

Clara se quedó en silencio un momento y luego le dijo:

"¿Sabes? A veces las cosas que son diferentes pueden tener un efecto mágico. Mi abuela solía decir que las plantas más interesantes crecen en terrenos difíciles. ¿Por qué no intentamos algo diferente?"

"¿A qué te referís?" - preguntó Tomás, intrigado.

Clara le propuso una idea. Podría pintarse cada pelo de un color diferente, creando una obra de arte viva.

"¡Eso suena divertido!" - exclama Tomás. "Pero, ¿y si no me gusta?"

"Lo importante es que, si lo hacemos juntos, tal vez puedas ver lo especial que es tu cabello. ¡Cada color tiene una historia!" - le explicó Clara, entusiasmada.

Tomás pensó por un momento y decidió dar una oportunidad a la idea de Clara. Mientras ella comenzaba a colorear su cabello, Tomás empezó a escuchar historias sobre cada color que elegían.

"El azul es el color del cielo, simboliza libertad. El rojo, la pasión; el amarillo, la alegría; y el verde, la esperanza", explicaba Clara, mientras convertían a Tomás en un verdadero arcoíris andante.

Finalmente, después de un tiempo, Tomás miró su reflejo en el espejo y se sintió diferente, no solo visualmente, sino también en su corazón. Se dio cuenta que sus colores únicos estaban llenos de significados.

"¡Guau! ¡No puedo creer que haya pasado de tener envidia a sentirme orgulloso de mi cabello!" - exclamó Tomás, con una gran sonrisa.

Clara sonrió y le dijo:

"Cada uno es único a su manera. A veces, lo que nos hace diferentes, también nos hace especiales. ¡Nunca olvides eso!"

Cuando Tomás regresó a la escuela, al principio estaba nervioso. Sin embargo, al ver a sus amigos sonreír y reír al verlo, supo que había tomado la decisión correcta.

"¡Tomás, tu pelo es increíble!" - le dijeron sus amigos. "¡Queremos peinarnos como vos!"

Tomás se sintió más seguro y empezaron a compartir ideas sobre colores y estilos. Al final del día, se dio cuenta de que su cabello no solo era una parte de él, sino que ahora era un símbolo de su creatividad y de su aceptación propia.

Así, Tomás aprendió que ser diferente puede ser maravilloso y que la verdadera belleza está en ser uno mismo.

Desde ese día, Tomás dejó de envidiar a los demás secretos, comprendiendo que la envidia no hace más que apagar el brillo de lo especial que cada uno tiene. Y así, empezó a vivir su vida con alegría, orgulloso de su cabeza llena de colores.

FIN.

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