La cabra que amaba su balde


Había una vez en una hermosa granja de las tierras argentinas, una cabra llamada Carlota. Carlota era una cabra muy especial, no solo por su suave pelaje blanco, sino también por su extraordinaria relación con su balde.

Sí, así como lo lees, Carlota amaba su balde. En la granja, todos los animales la observaban con curiosidad y se preguntaban por qué Carlota estaba siempre tan unida a su balde.

"Carlota, ¿por qué amas tanto a ese balde?", preguntó la gallina Matilde un día. "Es mi mejor amigo, siempre me ofrece agua fresca y ¡hasta puedo usarlo como tambaleante trampolín!", respondió Carlota con una sonrisa. Todos los animales se carcajearon al escucharla. Pero un día, una terrible sequía azotó la granja.

El sol quemaba la tierra, los cultivos se marchitaban y el agua escaseaba. Carlota, preocupada, decidió usar su balde para ir en busca de agua a un lejano pozo.

El camino era largo y la cabra tuvo que esforzarse mucho, pero finalmente regresó con su balde lleno hasta el borde. Los demás animales de la granja la observaron con asombro y admiración.

Carlota compartió el agua con todos, demostrando que su amor por el balde no era solo por diversión, sino por su utilidad. Finalmente, tras días de arduo trabajo, llegó la tan ansiada lluvia que devolvió la vida a la granja. Sin embargo, la caña de azúcar, tan querida por la cabra, no logró resistir la sequía y murió.

Carlota, entristecida, decidió plantar una nueva caña en honor a su amiga.

A partir de ese momento, la cabra comprendió que su amor por el balde no se debía solo a su diversión, sino a la capacidad de ayudar a los demás en tiempos difíciles. Y así, Carlota siguió siendo una cabra feliz, junto a su querido balde y con la enseñanza de la importancia de la solidaridad y el trabajo en equipo.

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