La Cabra y la Hora de Té con Doña Oveja



En un hermoso prado, donde los colores del arcoíris parecían haber goteado sobre el suelo, vivía una cabra muy curiosa llamada Cati. Cati era conocida en todo el prado por sus travesuras y su espíritu inquieto. Todos los días, exploraba nuevos rincones, saltando entre flores y persiguiendo mariposas.

Un día, mientras saltaba alegremente cerca del arroyo, se encontró con Doña Oveja, quien estaba preparando una exquisita merienda.

"¡Hola, Doña Oveja! ¿Qué estás haciendo?" - preguntó Cati, acercándose a oler el delicioso aroma de la mermelada de frutillas.

"¡Hola, Cati! Estoy organizando una hora de té para mis amigas. ¡Les encantará!" - respondió Doña Oveja, sonriendo.

Cati, emocionada, decidió que quería unirse a la merienda.

"¿Puedo venir a la hora de té, por favor? ¡Tengo muchas ganas de probar tus galletitas!" - pidió Cati, moviendo su cola con entusiasmo.

"Por supuesto, querida. Pero recuerda que aquí el té se toma en calma y hay ciertas reglas que debemos seguir" - explicó Doña Oveja con un guiño.

Cati asintió y se fue a casa. Mientras caminaba, empezó a pensar en cómo podría hacer que la hora del té fuera más divertida. A la mañana siguiente, llegó primero a casa de Doña Oveja pero, en lugar de esperar tranquilamente, comenzó a saltar y a correr por el jardín, haciendo un gran alboroto.

Entonces, empezaron a llegar las amigas de Doña Oveja: la gallina Pinta, el pato Pato y el gato Tomi. Pero, al ver a Cati saltando, se sintieron un poco incómodas.

"Cati, querida, no se puede hacer tanto ruido en la hora de té. Es un momento de calma y charla" - le aclaró Doña Oveja, suavemente.

Cati se detuvo y notó que las amigas no se veían alegres. Aunque le gustaba la idea de la diversión, comprendió que la amistad también significaba respetar el espacio de los demás.

"Oh, lo siento mucho, Doña Oveja. A partir de ahora seré más tranquila" - dijo Cati, sintiéndose un poco apenada.

"No te preocupes, Cati. Todos podemos aprender algo nuevo" - respondió Doña Oveja con una sonrisa comprensiva.

Así que Cati se sentó con las demás en la mesa decorada con flores. Comenzaron a hablar de sus aventuras y compartieron deliciosas galletitas. Había frutillas, crema, y muchas risas.

De repente, Doña Oveja sacó un sombrero de fiesta y dijo:

"Como premio a la mejor amiga, ¡Cati debe usarlo!" - Y le puso el sombrero a Cati.

"¡Estoy lista para la diversión!" - exclamó Cati y, en ese momento, las otras amigas empezaron a reír.

Después de un rato, Cati sugirió:

"¿Qué les parece si hacemos un juego respetando la calma?" - Entonces, propuso una búsqueda del tesoro, donde cada una podría encontrar cosas en el jardín y luego comentar lo que había encontrado sin hacer ruido.

Las amigas aceptaron emocionadas, y así empezó el mejor juego de la tarde. Cada una buscó algo diferente: Pinta encontró una pluma colorida, Pato encontró una bellota brillante y Tomi encontró una mariposa.

"¡Qué lindo! Todos respetamos el momento, y además lo pasamos genial" - dijo Cati, sintiéndose orgullosa de haber encontrado un balance entre la alegría y la tranquilidad.

Finalmente, cuando se despidieron, las amigas agradecieron a Doña Oveja por el rico té y también a Cati por su ingenio.

"Gracias por enseñarnos a equilibrar la diversión y la calma. Eres una gran amiga, Cati" - le dijo Pinta.

Y así, desde ese día, Cati aprendió que a veces la mayor alegría se encuentra en compartir momentos tranquilos con amigos, siempre con un toque de creatividad para que todo sea más divertido.

FIN.

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