La caída de Tomás



Había una vez un niño llamado Tomás, que era muy inteligente. Desde pequeño destacaba en el colegio y siempre obtenía las mejores notas.

Pero su inteligencia no se quedaba solo en el ámbito académico, sino que también era muy astuto para resolver problemas cotidianos. Tomás creció pensando que era el dueño del mundo y que podía hacer lo que quisiera sin importar las consecuencias.

Siempre quería tener la razón y no toleraba a aquellos que no compartían su punto de vista. Un día, mientras estaba jugando con sus amigos en el parque, Tomás tuvo una idea brillante: construir una fortaleza gigante hecha de palitos y hojas secas.

Sus amigos lo ayudaron a recolectar los materiales necesarios y juntos comenzaron a construirla. Pero cuando estaban por terminarla, uno de sus amigos sugirió cambiar un poco la estructura para hacerla más resistente al viento.

Tomás se negó rotundamente ya que él había ideado todo el plan originalmente y no permitiría cambios. Los demás niños trataron de persuadirlo pero él seguía firme en su postura. Finalmente, decidieron dejarlo solo con su fortaleza e irse a jugar por otro lado.

Mientras tanto, empezó a soplar un viento fuerte y la fortaleza de Tomás se desmoronó completamente. Él intentó salvarla pero fue inútil. Triste y decepcionado consigo mismo, Tomás entendió que no siempre tenía la razón y que escuchar otras opiniones podía ser beneficioso para todos.

Aprendió humildad y valoró más la amistad de sus compañeros. Desde ese día, Tomás se convirtió en un niño más amable y colaborativo con los demás.

Aprendió a trabajar en equipo y a aceptar que no siempre las cosas salen como uno quiere. Y así, Tomás descubrió que aunque era muy inteligente, todavía tenía mucho por aprender sobre la vida.

FIN.

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