La caja de chocolates y el premio del alcalde
Había una vez en un hermoso parque de la ciudad, dos amigos muy traviesos llamados Candy gatita y Tom osito. Un día, mientras paseaban por el parque, encontraron una caja de chocolates abandonada en un banco.
Candy y Tom se miraron emocionados, sin poder resistirse a la deliciosa tentación que tenían frente a ellos. Decidieron tomarla y llevársela a su casa para disfrutarla juntos.
Sin embargo, no sabían que esa caja de chocolates pertenecía al alcalde perruno de la ciudad. Al llegar a su hogar, abrieron con ansias la caja y comenzaron a deleitarse con los ricos chocolates. Pero justo cuando estaban terminando de comerlos todos, escucharon unos pasos apresurados acercándose a la puerta.
- ¡Oh no! -exclamó Candy asustada-. ¿Y si es el dueño de los chocolates? Tom rápidamente tuvo una idea brillante. Buscaron en el armario algunos disfraces que tenían guardados y encontraron una calavera y un traje de cerdo.
Se vistieron rápidamente para intentar engañar al dueño de los chocolates. Justo en ese momento, el alcalde perruno entró por la puerta sin previo aviso. Al ver las extrañas figuras disfrazadas frente a él, se quedó perplejo.
- ¿Quiénes son ustedes? -preguntó el alcalde confundido. - Somos... somos espíritus protectores del chocolate perdido -respondió Candy nerviosa. - Y yo soy un cerdito mágico enviado para devolver lo que no nos pertenece -agregó Tom, tratando de sonar convincente.
El alcalde perruno los miró con curiosidad y una ligera sonrisa se formó en su rostro. Decidió jugar el juego de los pequeños amigos. - Muy bien, espíritus protectores del chocolate perdido y cerdito mágico.
¿Dónde está la caja que han venido a devolver? Candy y Tom intercambiaron miradas, sin saber qué decir. Finalmente, Candy decidió contar la verdad. - Lo siento mucho, señor alcalde. Tomamos la caja de chocolates pensando que estaba abandonada en el parque.
No sabíamos que era suya. El alcalde perruno escuchó atentamente y después soltó una risa amigable. - ¡Oh, vaya! Me alegra ver que hay honestidad en ustedes dos.
Los chocolates eran para un evento especial esta tarde, pero ahora veo que están mejor aquí con ustedes dos disfrutándolos. Candy y Tom bajaron sus cabezas avergonzados por su travesura, esperando alguna reprimenda del alcalde perruno.
Pero en lugar de eso, el alcalde hizo algo inesperado: les entregó una nueva caja de chocolates recién hecha. - Aquí tienen chicos, disfruten estos chocolates como premio por haber sido sinceros y valientes para confesar lo ocurrido.
A partir de ahora prometo cuidar mejor mis cosas personales -dijo el alcalde perruno con una sonrisa bondadosa. Los ojos de Candy y Tom se iluminaron de felicidad cuando recibieron la caja de chocolates. Agradecidos, prometieron no volver a tomar algo que no les perteneciera sin preguntar antes.
A partir de ese día, Candy gatita y Tom osito aprendieron una valiosa lección sobre la honestidad y el respeto por las pertenencias de los demás. Además, se dieron cuenta de que siempre es mejor decir la verdad, incluso si eso significa enfrentar las consecuencias.
Y así, con su nueva caja de chocolates en mano y sus corazones llenos de alegría, los dos amigos continuaron disfrutando del parque y creando nuevas aventuras juntos.
FIN.