La Caja de los Sueños



En una pequeña escuela del barrio, había una caja misteriosa en el rincón del aula. La maestra Clara siempre decía que era una caja mágica, pero nadie sabía bien qué había dentro. Un día, decidió que era momento de descubrir su secreto.

"Chicos, hoy vamos a abrir la caja de los sueños", dijo la maestra con una sonrisa.

Los estudiantes se miraron emocionados. ¿Qué habrá dentro? ¿Serán juguetes? ¿Tal vez dulces? Con mucha curiosidad, se acercaron y la maestra abrió la tapa. Pero para su sorpresa, en lugar de objetos, había una montaña de papeles de colores llenos de palabras escritas con sueños y esperanzas de cada uno de ellos.

"¿Qué es esto?", preguntó Sofía, una de las más curiosas.

"Son los sueños de todos ustedes", respondió la maestra. "Hoy vamos a compartirlos y apoyarnos mutuamente en nuestras aspiraciones".

Los alumnos se sentaron en círculo, listos para contar sus sueños. Primero fue Tomás, que con voz temblorosa dijo:

"Yo quiero ser astronauta y viajar al espacio".

"¡Eso es impresionante!", exclamó Mateo.

Luego, fue el turno de Ana:

"A mí me encantaría ser bailarina y bailar en un escenario grande".

"¡Vamos, bailá un poco para mostrarlo!", animó Valentina.

Sin embargo, no todos se mostraban igual de entusiastas. A Itzel le daba vergüenza compartir su sueño de ser escritora. Cuando llegó su turno, murmuró:

"A mí me gustaría escribir cuentos".

"¡Pero eso es genial!", la alentó Nicolás.

"Sí, todos amamos las historias; ¡tenés que hacerlo!"

Mientras cada uno compartía, notaron que sus sueños eran diferentes, pero eso no los hacía menos importantes. ¿Quién diría que los principales sueños eran convertirse en artistas, científicos, chefs o explosivos aventureros? Todos eran únicos en su forma de soñar.

Pero, entonces, una nube de preocupación apareció sobre la cabeza de Mateo.

"¿Y si mis sueños son demasiado grandes?", preguntó con tristeza.

"No hay sueños grandes o chicos, Mateo", lo animó la maestra Clara. "Lo importante es que sean significativos para vos y que tengas el valor de perseguirlos".

Así, el grupo decidió que se ayudarían unos a otros. Formaron equipos: Tomás y Mateo comenzarían un proyecto sobre el espacio, Ana organizaría una clase de baile donde todos puedan participar, e Itzel se uniría con Sofía para escribir cuentos juntos.

Pero los días siguieron y cada uno se enfrentaba a retos en el camino. Mateo no encontraba información sobre astronautas y se sentía frustrado.

"No puedo hacer esto", decía, desanimado.

A lo que Tomás le respondió:

"Vamos, somos un equipo. La maestra siempre dice que no hay que abandonar. Te ayudaré a buscar cosas".

Fue así que, trabajando juntos, comenzaron a superar obstáculos. La realidad los hizo darse cuenta de lo difícil que era lograr sus sueños, pero también cómo se fortalecían al apoyarse mutuamente.

Un día, mientras trabajaban juntos, decidieron organizar la primera "Feria de los Sueños" en la escuela. Invitarían a las familias y presentarían sus proyectos.

"¡Será nuestro momento de mostrar lo que podemos hacer!", exclamó Ana, llena de energía.

Los días previos a la feria, había mucha actividad y emoción. Estudiosos, ensayados y esperanzados, trabajaron con dedicación. Sin embargo, cuando llegó el día de la presentación, un fuerte viento hizo volar los papeles de sus proyectos, y varios se desalentaron.

"¡Esto es un desastre!", gritó Mateo.

"No te preocupes, volvamos a armar nuestras ideas. Lo importante es que lo intentamos y estamos juntos", contestó Itzel.

Con trabajo en equipo, lograron recrear todo lo que habían planeado y, al final del día, la feria resultó ser un éxito. Las familias estaban orgullosas de ellos, y se dieron cuenta de que lo más importante no era solo alcanzar sus sueños, sino haber aprendido a valorar la singularidad de cada uno y apoyarse mutuamente.

Al final, la maestra Clara sonrió y dijo:

"Hoy no solo conocieron sus sueños, sino que también aprendieron a respetar y alentar los sueños de los demás. Cada uno es único, y eso es lo que los hace especiales".

Desde entonces, en la escuela, todos sabían que cada sueño, por pequeño o grande que fuera, merecía ser celebrado y respaldado. La caja de los sueños nunca volvió a estar vacía, porque siempre estaba llena de las esperanzas y aspiraciones de cada uno de ellos.

FIN.

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