La caja mágica de Rodrigo



En un pequeño pueblo, vivía Rodrigo, un niño de dos años que llenaba de risas su hogar. Su papá, David, y su mamá, María, siempre estaban atentos a sus travesuras, mientras que Blas, su perro campeón, lo seguía a donde fuera. Una tarde, mientras exploraba el desván de su casa, Rodrigo encontró algo intrigante: una caja de madera llena de polvo.

Rodrigo, emocionado, corrió hacia sus padres.

"¡Mami, papi, miren lo que encontré!"

"¿Qué es eso, Rodrigo?" preguntó María con curiosidad.

"No sé... pero tiene que ser algo mágico!" dijo Rodrigo mientras acariciaba la caja.

Decidido a descubrir su contenido, Rodrigo junto a sus papás se sentaron en la sala. Al abrir la caja, en lugar de ver tesoros brillantes, encontraron una colección de cartas de colores. Cada carta tenía un dibujo y una palabra: —"Amistad" , —"Valor" , —"Creatividad" , y así sucesivamente.

"¿Y esto qué significa?" preguntó David, con una sonrisa.

"No lo sé, pero podemos jugar!" sugirió Rodrigo.

Así comenzó su aventura. Empezaron a sacar cartas de la caja una por una. La primera fue —"Amistad" .

"¡Hagamos algo amable por Blas!" dijo Rodrigo. Agarró su juguete favorito y se lo dio al perro.

"Parece que a Blas le encantó!" riendo María.

Siguieron sacando más cartas y cumpliendo los retos. Una carta decía —"Valor" .

"¡Vamos a ser valientes y buscar bichitos en el jardín!" propuso Rodrigo.

Cuando llegaron al jardín, vieron una gran hormiga.

"Mirá, mamá, una hormiga!"

"¡Wow! Es impresionante. Miremos cómo trabajan juntas. Eso también es valor, ayudarse unas a otras", dijo David.

"Sí!" gritó Rodrigo, moviendo su chupete con emoción.

La siguiente carta era ``Creatividad``.

"¿Y si hacemos arte con las hojas de los árboles?" sugirió María.

"¡Sí! Mami, yo quiero!" Rodrigo empezó a dibujar, mientras Blas corría alrededor.

"Pintar es divertido, ¡miren lo que hice!" alzó la hoja orgulloso.

Con cada carta sacada, Rodrigo y su familia aprendían algo nuevo y a la vez se divertían. Pero un día, encontraron una carta que decía: "Enfrenta tus miedos".

"¿Qué haremos con esto?" preguntó David, intrigado.

"¿Miedo a qué?" se preguntó Rodrigo, alzando una ceja.

"A veces, es normal tener miedo a lo desconocido, como un lugar oscuro o una tormenta", explicó María.

Rodrigo pensó un momento y dijo:

"Entonces tenemos que jugar a la valentía. Podemos ir al sótano!"

"¡Sí, vamos!" propuso David, sonriendo.

"Yo llevo la linterna!" exclamó Rodrigo. Con Blas sumándose, bajaron al oscuro sótano.

"¿Escuchan ese sonido?" preguntó David, mientras la linterna iluminaba una esquina.

"Sí... parece ser un gato perdido," dijo María.

Rodrigo se acercó y, al prender la luz, descubrieron que era un pequeño gato asustado.

"¡El gato también tenía miedo!" dijo Rodrigo.

"Hay que ayudarlo", dijo David.

Así, entre risas, aprovecharon su valentía y llevaron al gato a casa.

"¡Hoy hemos enfrentado miedos juntos!" dijo Rodrigo, feliz.

"¡Y hasta hicimos un nuevo amigo!" agregó María.

La caja mágica se convirtió en un regalo no solo de juegos, sino de invaluable aprendizaje y unión familiar. A partir de ese día, Rodrigo entendió que cada carta contenía un tesoro en el que se podía cultivar el amor y la amistad, y sobre todo, que enfrentarse a los miedos trae siempre cosas buenas.

Y así, con su chupete en la boca y el corazón lleno de felicidad, Rodrigo siguió explorando su mundo, siempre con su familia a su lado y Blas ladrando en cada aventura. ¡La caja mágica no sólo guardaba cartas, guardaba dulces momentos de vida y aprendizaje!

FIN.

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