La caja perdida
Había una vez dos amigas, Cintia y Delfinina, que vivían en un pequeño pueblo rodeado de un bosque mágico. Un día, mientras jugaban juntas, se les antojó comer chocolates y decidieron salir a buscar algunos en el bosque.
- ¡Vamos! -dijo Cintia emocionada-. Seguramente encontraremos muchos chocolates por aquí. - Sí, pero debemos tener cuidado con los animales salvajes -respondió Delfinina preocupada. Las niñas caminaron por el bosque durante horas sin encontrar ningún chocolate.
Ya estaban cansadas y desanimadas cuando escucharon unos ruidos extraños provenientes de un arbusto cercano. Con mucho miedo, se acercaron para ver qué era y encontraron una caja llena de chocolates. - ¡Mira! ¡Encontramos chocolates! -exclamó Cintia emocionada.
- Pero no son nuestros -dijo Delfinina con tristeza-. Debemos buscar al dueño para devolverlos. Las niñas comenzaron a buscar al dueño de la caja por todo el bosque hasta que encontraron a un anciano sentado bajo un árbol llorando desconsoladamente.
- ¿Qué te pasa? -preguntó Cintia preocupada. - Perdí mi caja de chocolates favorita que había preparado para mi nieto -respondió el anciano entre sollozos-. No sé cómo explicarle lo sucedido.
Era lo único que tenía para regalarle por su cumpleaños mañana. Cintia y Delfinina sintieron mucha compasión por el anciano y le entregaron la caja de chocolates que habían encontrado. El anciano, al ver que las niñas eran tan bondadosas y amables, les regaló algunos chocolates como agradecimiento.
- Gracias por ser tan buenas personas -dijo el anciano sonriendo-. Les deseo todo lo mejor en la vida.
Cintia y Delfinina aprendieron una valiosa lección ese día: la honestidad y la generosidad son virtudes importantes que deben practicarse siempre. Y aunque no encontraron los chocolates que buscaban, descubrieron algo mucho más valioso: la alegría de ayudar a alguien en necesidad.
FIN.