La Calabaza Solidaria
En el pequeño pueblo de Dulcelandia, la Noche de Halloween se celebraba con entusiasmo. Sin embargo, había un misterio que inquietaba a los habitantes: una calabaza gigante, conocida como la Calabaza Terrorífica, salía de su escondite cada noche y robaba dulces de las casas. Los niños estaban cada vez más asustados y algunos decidieron seguirla para descubrir su secreto.
Una noche, un grupo de valientes niños, liderados por Lucía, decidió perseguir a la extraña calabaza.
"No podemos dejar que se lleve más dulces sin saber por qué lo hace" - dijo Lucía, con una mezcla de valentía y curiosidad.
Siguiendo a la calabaza entre los árboles del parque, los niños llegaron a una parte desierta del pueblo. Allí, para su sorpresa, encontraron a la Calabaza Terrorífica rodeada de dulces y... ¡niños trabajadores!"¿Por qué estás robando dulces?" - preguntó Tomás, uno de los niños. "¿Por qué mantienes a otros niños trabajando aquí?"
La calabaza se transformó en un simpático rostro. Con un aire triste, respondió:
"No quiero asustar a nadie, pero necesito ayuda para hacer dulces. Llevo años tratando de crear el mejor dulce del mundo, pero he estado sola y no puedo hacerlo sin ayuda."
Los niños se miraron entre sí, pensando. Lucía, que era la más comprensiva, se acercó y dijo:
"Entendemos que quieras hacer dulces, pero podrías pedir ayuda en lugar de robar. ¿Por qué no organizas una fiesta de dulces?"
La calabaza iluminó su rostro con una gran sonrisa.
"¡Esa es una gran idea! Pero, ¿están seguros de que quieren ayudarme?"
"Sí, si me enseñás a hacer dulces y decoraciones, creo que será muy divertido" - respondió Esteban.
Así fue cómo la Calabaza Terrorífica y los niños se pusieron a trabajar juntos. A lo largo de los días siguientes, organizaron una gran fiesta de dulces. La calabaza les enseñó a hacer caramelos de colores, galletas de forma divertida y chocolates rellenos.
"Estoy aprendiendo mucho y me divierte mucho trabajar con ustedes" - dijo la calabaza, mientras mezclaba los ingredientes para la masa de galletas.
"¡Es más divertido hacerlo juntos!" - exclamó Lucía, lanzando un puñado de chispas de colores al aire.
Los niños no solo estaban aprendiendo a hacer dulces, sino también a trabajar en equipo y a compartir sus ideas. Pronto, la noticia de la fiesta se esparció por todo Dulcelandia, y todos los niños del pueblo se unieron a la calabaza para celebrar.
El día de la fiesta fue un éxito rotundo. Las risas resonaron en el aire mientras los niños disfrutaban de los dulces que habían hecho juntos.
"¡Gracias, Calabaza! Esto es maravilloso, nunca pensé que podría hacer dulces tan ricos" - gritó Tomás, mientras mordía un caramelo.
"Gracias a ustedes por enseñarme que no hay que hacer cosas a escondidas. A veces, solo necesitamos la compañía de buenos amigos" - respondió la calabaza, emocionada.
Desde aquel Halloween, la Calabaza Terrorífica se convirtió en la Calabaza Solidaria, y cada año, todos los niños de Dulcelandia la ayudaban a preparar dulces para una fiesta que celebraba la amistad y la colaboración. Y así, las noches de Halloween ya no eran terroríficas, sino una ocasión de alegría y unidad.
Los niños aprendieron que, al trabajar juntos y compartir, podían crear cosas maravillosas y que la verdaderamente aterradora era la soledad. Y así, la calabaza y los niños vivieron felices en Dulcelandia, creando dulces y recuerdos cada año.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.