La Canción de Cueto
En un pequeño pueblo llamado Verdeluz, había un niño llamado Cueto que tenía una habilidad muy especial: podía hacer que cualquier cosa que tocara se convirtiera en fuego. Pero no era un fuego normal; era un fuego mágico que brillaba en los colores del arcoíris.
Un día, mientras Cueto paseaba por el bosque, se encontró con un grupo de animales muy preocupados.
"¿Qué les pasa, amigos?" - preguntó Cueto, su voz llena de curiosidad.
"¡Oh, Cueto!" - respondió Lila, la coneja "El bosque está cubierto de oscuridad y no podemos encontrar nuestros caminos. ¡Nos perdimos!"
"Pero, ¿por qué no usan sus sentidos para encontrar el camino?" - sugirió Cueto.
"El problema es que no podemos ver nada. Todo está muy oscuro," - dijo Rocco, el zorro.
Cueto pensó por un momento y luego sonrió.
"¡Ya sé! Puedo usar mi fuego mágico para iluminar el camino. ¿Quieren que los ayude?"
"¡Sí!" - exclamaron todos emocionados.
Cueto extendió su mano y al instante, llamas de colores brillantes danzaron en su palma. Cuando proyectó el fuego hacia adelante, se iluminó el bosque, revelando senderos ocultos y árboles lejanos.
Mientras avanzaban, se encontraron con un enorme arbusto espinoso que les bloqueaba el camino.
"¡No lo puedo creer!" - dijo Lila, asustada.
"No se preocupen. Solo tengo que usar mi fuego con cuidado" - respondió Cueto, con confianza.
Utilizando su fuego mágico, Cueto hizo que las espinas se quemaran, formando un pasaje seguro para todos.
"¡Bien hecho, Cueto!" - lo animó Rocco, mientras cruzaban el nuevo camino.
Después de un rato, llegaron a un hermoso claro que nunca antes habían visto. Pero una sombra oscura se cernía sobre el lugar, cuando de pronto, un monstruo de sombras apareció ante ellos.
"¿Quiénes son ustedes?" - gruñó el monstruo.
"¡Nosotros solo queremos encontrar nuestro hogar!" - respondió Lila, temblando.
"No pueden pasar. Este es mi territorio y no los dejaré salir."
Cueto sintió miedo al principio, pero luego recordó su fuego mágico.
"¡Yo no quiero pelear!" - exclamó Cueto.
"Pero puedo usar mi fuego para iluminar tu mundo. ¿Te gustaría verlo?"
El monstruo se quedó en silencio, intrigado por la propuesta.
"¿De verdad puedes hacerlo?" - preguntó.
"Sí, ven aquí y verás" - lo invitó Cueto.
Así que Cueto avanzó con su mano encendida de fuego mágico y comenzó a crear figuras en el aire: dragones, flores, arcoíris; todo brillaba y danzaba al rededor del monstruo.
El monstruo comenzó a sonreír, subyugado por los colores.
"Nunca vi algo tan hermoso. ¿Por qué no me dijiste eso antes?"
"Porque tenía miedo de tu sombra, pero me doy cuenta que también puedes cambiar" - dijo Cueto.
El monstruo, sintiéndose feliz y más ligero, retrocedió un poco.
"Estoy cansado de ser malo. A veces, solo quiero amigos..." - murmuró.
Cueto sonrió.
"Entonces, ¿qué te parece si somos amigos? Tú también puedes aprender a brillar. No hace falta seguir en las sombras".
"¡Sí! ¡Seré un monstruo de luz a partir de ahora!" - gritó el monstruo emocionado.
Desde aquel día, Cueto no solo ayudó a sus amigos a regresar a casa, también enseñó al monstruo a usar su magia, pero al final en lugar de sombras, creaban juntos luces brillantes.
El pueblo de Verdeluz nunca volvió a ser el mismo. Cueto aprendió que su don no solo iluminaba el camino, sino que también podía transformar corazones, incluso el más oscuro. Y así, Cueto, Lila, Rocco y su nuevo amigo vivieron aventuras llenas de luz y colores, demostrando que todos pueden brillar a su manera. ¡Y esa es la verdadera magia!
Fin.
FIN.