La Caniche Gourmet



Había una vez una perrita caniche llamada Lila, que vivía con su dueña, una dulce niña llamada Valentina. Lila era muy traviesa y siempre quería probar cosas nuevas, pero había un pequeño problema: no le gustaba para nada la comida para perros. Todas las mañanas, Valentina ponía en el plato de Lila croquetas de sabor pollo, pero Lila miraba su comida con cara de desagrado.

Un día, mientras exploraba el jardín, Lila escuchó un bullicio proveniente de la cocina.

"¿Qué estará pasando ahí adentro?", se preguntó en voz alta.

Así que, curiosa como era, se asomó por la ventana y vio a Valentina preparando un montón de deliciosos platillos.

"¿Qué es eso?", ladró Lila emocionada.

Valentina la vio y sonrió.

"Es un almuerzo especial para mamá. Hoy tiene visita, y quise sorprenderla con algo rico. ¡Mirame todas estas verduras y frutas!"

Lila parpadeó, y entre su emoción, pensó: "Yo también quiero comer eso, ¡no quiero más croquetas!".

Decidida a conseguir algo diferente, Lila se acercó a la cocina y, con un salto, se subió a la mesa. Valentina se sorprendió al ver a su perrita.

"¡Lila! No puedes estar aquí, esto no es comida para perros", expresó Valentina riendo, y le dio un pequeño trozo de zanahoria.

Lila, al probar la zanahoria, hizo una pirueta de alegría.

"¡Esto está delicioso! Te lo prometo, mejor que esas croquetas. ¡Quiero más!"

Valentina se maravilló al ver a su perrita disfrutar de la zanahoria.

"¿Sabés qué? Podríamos hacerle una comida especial a los perritos del barrio", sugirió Valentina.

Lila movió la cola enérgicamente.

"¡Sí, eso suena genial! Pero necesitamos más ingredientes. ¡Vamos al mercado!"

Se pusieron manos a la obra y, después de un divertido paseo, regresaron a casa con muchas frutas y verduras. Valentina y Lila pasaron la tarde cocinando en la cocina. Cortaban zanahorias, manzanas, calabazas y hasta prepararon un puré de batatas.

Cuando terminó la comida, Valentina la puso en varios recipientes.

"¡Listo! Esto es para los perritos de la cuadra. Vamos a la plaza a compartirlo", dijo Valentina emocionada.

La perrita saltó de alegría, y juntas, se fueron a la plaza donde solían jugar con otros perritos. Al llegar, Valentina llamó a sus amigos.

"¡Amigos, hoy tenemos una sorpresa! ¡Una comida deliciosa hecha especialmente para ustedes!"

Todos los perritos, entre ellos Bruno, el labrador, y Pipo, el poodle, se acercaron rápidamente. Valentina comenzó a repartir las comidas mientras Lila daba saltitos de emoción.

"¡Prueben esto!", ladró Lila, mirando cómo sus amigos comenzaban a comer.

Pipo, con un bocado de puerro en su hocico, dijo:

"¡Es diferente! ¡Está buenísimo!"

Bruno, que estaba devorando la zanahoria, asintió.

"Nunca había probado algo tan rico. ¡Gracias, Lila y Valentina!"

Todos los perritos se unieron a la fiesta, disfrutando de la comida especial.

Esa noche, mientras Lila se acurrucaba al lado de Valentina, estaba tan feliz que no podía dejar de mover la cola.

"¿Ves, Lila? A veces, probar cosas nuevas puede ser muy divertido y sorprendernos. ¡Además, hicimos felices a todos nuestros amigos!", dijo Valentina mientras le acariciaba la cabeza.

Y desde ese día, Lila entendió que la comida para perros no tenía que ser solo croquetas. Junto a Valentina, con su amor y creatividad, se convirtieron en las mejores chefs de comida para perros en todo el barrio. Lila no solo se volvió más aventurera con la comida, sino que también enseñó a sus amigos que siempre había formas de disfrutar de la comida de maneras diferentes, y lo más importante, que dar era tan hermoso como recibir.

Y así, cada semana, Lila y Valentina hacían su propia comida especial para todos los perros del vecindario, y Lila nunca volvió a mirar las croquetas con ese desagrado. Había encontrado su pasión, y todo gracias a su curiosidad y a la creatividad de su mejor amiga.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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