La Caperucita Vapeadora
Había una vez en un bosque encantador una joven llamada Caperucita, a quien le encantaba recorrer los senderos llenos de flores y arbustos. Pero lo que más le gustaba era vapear. Su vaporera, un regalo de su abuela, era un tesoro que siempre la acompañaba. A menudo, Caperucita se sentaba en un tronco caído a disfrutar de su nube de sabores afrutados.
Un día, su madre le pidió que llevara unas galletitas a su abuela, que vivía del otro lado del bosque.
"Caperucita, cariño, ¿puedes llevarle esto a la abuela?" - le dijo su madre.
"Sí, mamá, pero voy a llevar mi vapeador también. Eso la hará muy feliz" - respondió Caperucita.
Con una mochila llena de galletitas y su vapeador, se adentró en el bosque. Los pájaros cantaban alegremente, y Caperucita disfrutaba de cada paso.
Pero, ah, no todo en el bosque era tan pacífico. En las sombras, el astuto lobo, que siempre había tenido curiosidad por la joven, vio la oportunidad perfecta para acercarse.
"Hola, Caperucita, ¿a dónde vas tan alegre?" - preguntó el lobo.
"Voy a llevarle galletitas a mi abuela, ¿quieres venir?" - dijo Caperucita, sin sospechar de sus intenciones.
"Claro, claro, pero te voy a dar un consejo. Si tomas el camino más largo, encontrarás muchos más colores y sabores en el bosque. ¡Podrías probar algunos vapores de frutas silvestres!" - sugirió el lobo con astucia.
Caperucita, emocionada por la idea de nuevas experiencias, decidió tomar el camino más largo. Mientras caminaba, disfrutó de los hermosos aromas de flores y frutos, e incluso probó algunos vapores naturales que la alentaron a seguir. Sin embargo, el lobo aprovechó para tomar el camino corto y llegó primero a la casa de la abuela.
"Buenos días, señora, vengo a hacerle una visita a Caperucita" - dijo el lobo, disfrazándose con la voz más suave que pudo encontrar.
"¿Hola? ¿Quién es?" - preguntó la abuela, un poco desconfiada.
"Soy yo, Caperucita, vengo a verte" - replicó el lobo, suplantando la voz de la joven.
"Pasa, querida" - dijo la abuela.
El lobo, al entrar, rápidamente atrapó a la abuela y la encerró en el armario, tomando su lugar en la cama, esperando la llegada de Caperucita.
Al poco tiempo, Caperucita llegó a la casa, un poco cansada después de su aventura. Cuando entró, vio a su abuela en la cama, con una manta muy alta.
"Abuela, ¿por qué estás tan tapada?" - preguntó Caperucita, extrañada.
"Es para abrigarme, mi querida" - respondió el lobo, tratando de imitar a la abuela.
"Pero, abuela, ¿por qué tus ojos son tan grandes?" - insistió Caperucita, acercándose más.
"Es para verte mejor" - dijo el lobo, cada vez más nervioso.
"Y tu voz, ¿por qué suena tan rara?" - continuó Caperucita.
"Es porque tengo un resfriado" - mintió el lobo.
En ese momento, Caperucita, que ya empezaba a sospechar, sacó su vapeador y comenzó a vaporizar un delicioso aroma a frutas. El lobo se sintió atraído y se olvidó de disfrazarse.
"¿Qué es eso?" - preguntó, mirando el vaporizador con curiosidad.
"Es un vapeador de frutas. ¿Quieres probarlo?" - dijo Caperucita, sonriendo.
El lobo, que nunca había tomado un impulso tan decadente en su vida, no pudo resistirse.
"Sí, claro, lo quiero. Dame, dame" - pidió ansiosamente.
Caperucita, viendo la verdadera naturaleza del lobo, no se lo dio.
"Primero tienes que dejar salir a mi abuela" - exigió Caperucita con determinación.
"No lo haré" - replicó el lobo, molesto.
"Si no lo haces, nunca probarás esto" - dijo Caperucita, amenazándolo con su vapeador.
El lobo, cegado por su deseo, cedió. Pronto, la abuela salió del armario, muy enfadada.
"¿Qué creías, lobo? No puedes hacer lo que quieras en mi casa o con mi familia" - lo reprendió.
"Lo siento, solo quería conocer los sabores" - se disculpó el lobo, arrepentido.
Caperucita, viendo la sinceridad en sus ojos, decidió perdonarlo. Todos se sentaron a compartir galletitas, y el lobo prometió no volver a perturbar a nadie del bosque.
Desde ese día, Caperucita enseñó al lobo sobre los vapores y juntos exploraron el mundo de sabores deliciosos, convirtiéndose en amigos inseparables. Y al final del día, Caperucita regresaba a casa feliz, sabiendo que no solo había cuidado de su abuela, sino que también había ganado un nuevo amigo.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.