La Caperuza Verde y el Camino del Cambio



Érase una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Luna que siempre llevaba una caperuza verde. Luna tenía un truco especial: siempre aparecía en todos los lugares del pueblo. Pero había algo que la diferenciaba de los demás. A Luna le gustaba fumar. Fumaba cigarrillos que compraba a escondidas, y eso la hacía muy infeliz a ella y a su familia.

Un día, mientras paseaba por el parque, Luna encontró a su amigo Julián, quien estaba descansando bajo un árbol.

"¡Hola, Julián!" - saludó Luna con un chispazo de alegría, aunque su mirada revelaba un secreto trágico.

"Hola, Luna. ¿Qué hacés?" - le preguntó Julián, notando que algo no andaba bien.

"Nada, sólo buscando un lugar para fumar en paz" - respondió Luna, encendiendo su cigarrillo. Julián se sorprendió.

"Pero, Luna, fumar no es bueno. Te hace mal y a los que te rodean también."

Luna se molestó y le gritó.

"¡No me digas lo que tengo que hacer! ¡Es mi vida!"

Esa tarde, cuando volvió a casa, su madre la esperó con un plato de comida.

"Luna, hija, no entiendo por qué estás tan distante últimamente" - dijo su madre, tratando de acercarse a ella.

"¡Porque nadie me entiende!" - respondió, apartando la comida. Su madre suspiró, sintiendo que el vicio de Luna la alejaba cada vez más.

La situación no mejoró. Luna seguía tratando mal a su familia, y en su búsqueda de más cigarrillos, incluso robó el dinero de su hermano pequeño.

Una noche, llegó a casa y encontró a su padre esperándola. Su expresión era grave.

"Luna, tenemos que hablar. Tu comportamiento nos está afectando a todos. Estamos preocupados por vos, pero no puedo seguir tolerando que trates así a tu familia por culpa de ese vicio."

Luna, lejos de entender, se fue a su habitación, pero no pudo dormir. Esa noche, mientras miraba por la ventana, vio a un grupo de niños jugar felices en el parque, riendo y disfrutando sin preocupaciones.

Pasaron algunos días y la situación empeoró. Un día, le pidieron a Luna que se quedara cuidando a su hermano, y como estaba desesperada por fumar, lo dejó solo en casa y salió ocultando una caja de cigarettes. Cuando volvió, encontró el lugar hecho un desastre. Su hermano pequeño, emocionado, había comenzado a jugar con todos sus juguetes, pero había hecho un gran lío.

"¿Qué hiciste?" - gritó Luna, furiosa.

"¡Yo sólo quería jugar!" - respondió el niño, asustado.

Luna se dio cuenta de lo mal que había actuado, de cómo su adicción la había llevado a descuidar a su hermano y a su familia. Esa noche, se sentó en su cama y reflexionó.

Finalmente, decidió que era hora de cambiar. Fue a hablar con su familia.

"Lo siento... he estado muy mal. No quiero seguir así..." - dijo Luna con lágrimas en los ojos.

Su madre la abrazó.

"Estamos aquí para ayudarte, Luna. Vamos a superar esto juntos."

Luna comenzó a asistir a un grupo de apoyo con su madre y también se lanzó a descubrir nuevas actividades. Se apuntó a clases de arte, y poco a poco, comenzó a encontrar felicidad fuera del vicio.

Sus amigos, incluida Julián, también la apoyaron.

"Te extrañábamos, Luna. Es genial tenerte de vuelta!" - le dijo Julián.

La vida de Luna cambió para mejor. Aprendió a ser más cariñosa con su familia y a canalizar su energía en cosas que realmente la hacían feliz.

Con el tiempo, Luna no solo dejó de fumar, sino que se volvió una niña más amable y llena de vida, inspirando a otros a hacer lo mismo. El pueblo recuperó su brillo, y la caperuza verde de Luna, una vez asociada al vicio, se convirtió en símbolo de superación.

Y así, Luna aprendió que lo más importante en la vida no era buscar placeres efímeros, sino el amor y el apoyo de quienes la rodeaban.

FIN.

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