La Capibara que Buscó Amigos



Había una vez una pequeña capibara llamada Capi que vivía en la orilla de un tranquilo río. A pesar de su tamaño y su adorable aspecto, Capi se sentía muy sola. Miraba a sus compañeros jugar y reír, mientras ella se alejaba, triste y pensativa.

Un día, mientras se sentaba en la sombra de un gran árbol, decidió que tenía que contarle a su mamá cómo se sentía. Caminó con lentitud hasta su casa, donde su mamá la esperaba con una sonrisa.

"Hola, Capi. ¿Por qué estás tan callada hoy?" -le preguntó su mamá con preocupación.

"Mamá, no tengo amigos. Todos juegan juntos y yo me siento sola. No sé qué hacer para que me quieran" -respondió Capi, con lágrimas en los ojos.

Su mamá la abrazó con ternura.

"Mi querida capibara, no tienes que estar triste. Los amigos son algo que se construye con el tiempo. ¿Por qué no intentas acercarte a ellos?"

Capi miró a su mamá con un poco de esperanza.

"Pero, ¿qué si no les gusto?"

"A veces hay que dar el primer paso. ¿Qué tal si te invitas a jugar?"

Decidida a hacer un cambio, Capi salió al encuentro de los otros animales. Primero se acercó a un grupo de tortugas que jugaban a la pelota.

"Hola, ¿puedo jugar con ustedes?" -preguntó nerviosamente.

Las tortugas la miraron curiosas.

"Claro, vení. ¡El más fuerte tira la pelota!" -dijo una tortuga.

Capi se unió al juego, aunque le costó un poco al principio. Pero a medida que pasaba el tiempo, se dio cuenta de que disfrutaba mucho.

"Soy buena en esto!" -se dijo a sí misma, sintiendo que los nervios desaparecían.

Después de jugar con las tortugas, decidió que era hora de acercarse a un grupo de patos.

"Hola, soy Capi. ¿Les gustaría que jugáramos a una carrera?"

Los patos se miraron emocionados.

"Sí, pero tené cuidado porque somos muy rápidos!" -exclamó un pato con una sonrisa.

Capi comenzó la carrera y, a pesar de que no ganó, se reía a carcajadas con los patos y disfrutaba cada momento.

"¡Eso fue divertido!" -dijo al final.

Pasaron los días y cada vez que Capi se aventuraba a jugar con otros animales, más amigos iba haciendo. Sin embargo, un día se dio cuenta de que una pequeña ardilla estaba sentada sola, mirando a los demás.

"¿Por qué no te unes a nosotros?" -le dijo Capi a la ardilla.

"Es que... tengo miedo de que no me quieran" -confesó la ardilla, con la mirada triste.

"Yo me sentía así, pero hice el esfuerzo. Vení, jugar es increíble!" -la animó Capi.

La ardilla sonrió y se animó a unirse a ellos. Pronto se convirtió en parte del grupo y todos disfrutaron de un espléndido día juntos.

Capi, mirando a su alrededor, se sintió feliz por haber dado el primer paso y haber ayudado a otra amiga a sentirse bienvenida.

"Gracias a mi mamá, entendí que la amistad se construye con un gesto" -pensó.

Al volver a casa, su mamá la observó con cariño.

"¿Lo pasaste bien, Capi?"

"¡Fue increíble, mamá! Ahora tengo amigos y he aprendido que todos pueden sentirse solos. Hay que dar el paso para que la amistad florezca".

Desde aquel día, Capi no solo tuvo muchos amigos, sino que también se volvió una fuente de apoyo y alegría para aquellos que aún se sentían solos. Y así, la capibara que una vez estuvo triste se convirtió en la amiga que todos deseaban tener.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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