La caracola de la sirena



Había una vez en un pueblo costero de Argentina, dos niños llamados Martina y Juanito que pasaban todas las vacaciones de verano con su abuelo Manuel. Les encantaba pasear por la playa, construir castillos de arena y recolectar almejas.

Una tarde soleada, mientras caminaban por la orilla del mar, Martina tropezó con algo que sobresalía de la arena. - ¡Abuelo, abuelo! ¡Mira lo que encontré! -exclamó Martina emocionada.

El abuelo se acercó y vio que era una caracola muy peculiar y brillante. La levantó con cuidado y sopló suavemente sobre ella. De repente, la caracola comenzó a brillar intensamente y emitió un sonido mágico que envolvió a los tres.

- ¡Qué sorpresa! -dijo el abuelo Manuel asombrado. De repente, se dieron cuenta de que estaban flotando en el aire, rodeados de burbujas brillantes que los transportaban a través del océano.

Los niños reían emocionados mientras el abuelo les contaba historias sobre criaturas marinas y lugares lejanos. Después de un viaje lleno de aventuras submarinas, las burbujas los llevaron a una cueva submarina llena de tesoros resplandecientes. En el centro de la cueva había una sirena anciana con largos cabellos plateados.

- Bienvenidos, viajeros del mar -dijo la sirena con voz melodiosa-. Han sido elegidos por la caracola mágica para recibir un regalo especial. Los niños no podían creer lo que veían sus ojos.

La sirena les explicó que la caracola solo aparecía cada cien años para otorgarle a alguien un deseo especial y les pidió a Martina y Juanito que cerraran los ojos y pidieran su deseo más profundo en sus corazones. Martina pensó en su deseo mientras Juanito hacía lo mismo.

Finalmente, ambos abrieron los ojos al mismo tiempo y dijeron:- Queremos poder conservar para siempre la magia del mar en nuestros corazones. La sirena sonrió con ternura y extendió sus manos hacia ellos.

Un destello dorado envolvió a Martina y Juanito antes de regresar a la playa junto al abuelo Manuel.

A partir de ese día, cada vez que escuchaban el sonido del mar o soplaban una caracola cerca de sus oídos, sentían cómo la magia del océano latía dentro de ellos.

Desde entonces, Martina, Juanito y su abuelo Manuel siguieron visitando esa playa todos los veranos; pero ahora sabían que llevaban consigo un tesoro aún más grande: el amor por el mar y todas las criaturas mágicas que habitaban en él.

FIN.

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