La Carrera de Amalita


Amalita era una niña muy activa y siempre estaba buscando nuevas formas de divertirse. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, vio a un grupo de personas haciendo ejercicios de entrenamiento físico.

Se quedó mirando fascinada cómo hacían sentadillas una y otra vez. - ¡Mira eso! -exclamó Amalita señalando al grupo-. Quiero aprender a hacer sentadillas como ellos. Sus amigos la miraron con sorpresa.

Hacer sentadillas no parecía ser algo tan emocionante para ellos, pero Amalita estaba decidida a aprender. - Pero si nunca has hecho ejercicio así antes -dijo su amiga Sofía-. ¿No crees que es mejor empezar por algo más fácil? Pero Amalita no se dejó disuadir.

Sabía que las sentadillas eran el primer paso para convertirse en una atleta fuerte y saludable. Así que decidió pedirle ayuda a su abuela, quien había sido deportista cuando era joven.

Al principio, Amalita se sintió frustrada porque le costaba mucho mantener el equilibrio y bajar lo suficiente como para hacer una buena sentadilla. - No te preocupes -le dijo su abuela-. Todos los comienzos son difíciles. Lo importante es seguir practicando todos los días hasta que lo logres.

Y así fue como comenzó la aventura de Amalita por dominar las sentadillas. Cada día después del colegio, practicaba durante media hora con su abuela en el jardín trasero de su casa.

Al principio fue difícil, pero poco a poco fue mejorando gracias al apoyo incondicional de su familia y amigos. Incluso sus compañeros de clase comenzaron a unirse a ella y a hacer ejercicios juntos.

Pero la verdadera prueba llegó cuando se enteró de que habría una competencia escolar de entrenamiento físico. Amalita estaba emocionada, pero también muy nerviosa. Sabía que no era la mejor en los ejercicios, pero quería demostrar todo lo que había aprendido.

La mañana del evento, Amalita se levantó temprano para practicar un poco más. Mientras hacía sentadillas frente al espejo, recordó todas las veces que había querido rendirse, pero no lo hizo. Se dio cuenta de que cada vez que fallaba era una oportunidad para aprender algo nuevo.

Finalmente llegó el momento de la competencia y Amalita estaba lista para darlo todo. Fue difícil al principio, pero con cada ejercicio se sintió más fuerte y segura de sí misma.

Cuando terminó la competencia, todos los participantes recibieron una medalla por su esfuerzo. Pero para Amalita, la mayor recompensa fue haber superado sus propios límites y haber logrado algo que parecía imposible al principio. - ¡Lo logré! -dijo emocionada mientras abrazaba a su abuela-.

¡Gracias por ayudarme! Y así fue como Amalita descubrió el valor del esfuerzo y la perseverancia en su camino hacia ser una atleta fuerte y saludable.

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