La Carrera de Diego
Era un hermoso día soleado en el barrio de Diego. Las risas y gritos de los niños resonaban en el aire, mientras todos se preparaban para la gran carrera de bicicletas. Diego, que siempre había sido un buen ciclista, estaba listo para dar lo mejor de sí. Lo que más le entusiasmaba era el trofeo que recibiría el ganador.
La carrera comenzó y todos los chicos pedaleaban con fuerza. Diego se sintió muy emocionado y concentrado. Al principio, iba en tercer lugar, pero a medida que avanzaba, comenzó a adelantar a sus amigos.
"¡Vamos, Diego!", gritó su amigo Lucas desde la retaguardia, deseándole suerte.
"¡Voy a darlo todo!", respondió Diego, mientras pasaba a su lado y se llevaba una sonrisa en su rostro.
Cuando ya habían recorrido buena parte del trayecto, Diego se encontró en segundo lugar. En el primer puesto estaba Nicolás, el niño más rápido de la escuela. La meta estaba cerca, y a Diego le latía el corazón con fuerza.
Pero de repente, ocurrió lo inesperado. Nicolás, en su afán por mantener el primer lugar, perdió el control y se cayó al suelo cuando su rueda se pinchó.
"¡Oh no, Nicolás!", exclamó Diego, mirando cómo su amigo intentaba levantarse.
"¡Ayuda!", gritó Nicolás, con una expresión de frustración.
Diego se sintió ante un dilema. Por un lado, sabía que si mantenía su velocidad, podría ganar la carrera. Por el otro, su corazón le decía que debía ayudar a Nicolás. Así que, con un profundo respiro, decidió frenar y mirar atrás.
"¿Estás bien, Nicolás?" preguntó Diego mientras se acercaba.
"No, me caí y mi rueda se pinchó...", respondió Nicolás, con lágrimas en los ojos.
"No te preocupes, yo te ayudo", dijo Diego. Mientras sus compañeros pasaban velozmente, él se acercó y examinó la bicicleta de Nicolás.
"¡Esto es fácil!" dijo Diego con una sonrisa. "Solo necesitamos inflar esta rueda. Vení, yo te empujo hacia la meta."
Nicolás se asombró ante la decisión de Diego.
"¿Por qué me ayudas? Podrías ganar la carrera."
"La amistad es más importante que una carrera. Además, no quiero que te quedes aquí solo", respondió Diego.
Juntos, comenzaron a pedalar. El viento soplaba con fuerza mientras las ruedas giraban. Poco a poco, alcanzaron a otros corredores, quienes miraban sorprendidos.
"¡Mirá a Diego! Está ayudando a Nicolás!" gritó una de las niñas.
Finalmente, llegaron a la meta. Diego y Nicolás cruzaron la línea juntos, y aunque no ganaron, el grupo de niños que había llegado al final aplaudió con entusiasmo.
"¡Eso fue increíble!", gritó Lucas.
"¡Sí! ¡La verdadera victoria es ayudarnos!", agregó una niña.
Entonces, el organizador de la carrera, un adulto muy simpático, dijo:
"¿Sabes qué, chicos? Haremos un trofeo especial para el valor y la amistad en esta carrera. Y se lo daremos a Diego, por demostrar que lo más importante no es ganar, sino ayudar a los demás."
Diego sonrió, comprendiendo que el gesto de bondad siempre es recompensado de alguna forma, y que ser un buen amigo era el mejor premio que podía tener.
Cuando regresaron a casa, Diego y Nicolás, realmente felices, se prometieron que siempre estarían juntos, tanto en las carreras como en la vida. Con nuevos aprendizajes en sus corazones, sabían que ser amigos era lo que realmente importaba.
Y así, la historia de una carrera que no sólo incluyó velocidad, sino también solidaridad, quedó grabada en la memoria de todos los niños del barrio.
¡Y colorín colorado, esta historia se ha acabado!
FIN.